Molina Marín, A. I. (2023). Antes y después de Alejandro Magno. ¿El hombre que cambió el mundo? Rhemata Antigüedad. Editorial Rhemata. 216 pp. ISBN 978-84-125078-5-0
Recensión de Diego Chapinal-Heras (Universidad Autónoma de Madrid)
Mucho se ha escrito sobre Alejandro Magno, el tercero de su nombre en el antiguo reino de Macedonia. Indudablemente, mucho se seguirá escribiendo. Pocos, sin embargo, son capaces de ofrecer una perspectiva fresca y actualizada, algo que Molina Marín consigue hacer, tanto por el recorrido historiográfico que realiza como por la imagen de este gobernante que nos presenta.
La idea principal, el pilar sobre el que se sustenta este libro, es la necesidad de ver a Alejandro más allá de las luces y sombras que lo rodean. Bajarlo de las nubes o subirlo del inframundo, en definitiva. Porque por lo general a este monarca, al igual que a su padre, se le ha analizado siguiendo la dicotomía bueno-malo, haciendo juicios de valor en cada una de sus acciones y trasladando ciertos principios morales y éticos actuales a una época en la que su realidad difícilmente encaja con nuestra manera actual de pensar. Este es seguramente el aspecto más positivo de la monografía, ya que el autor logra ir más allá, mostrando un abanico de posibilidades, dejando que sea el lector el que se haga su propia idea de la figura de Alejandro a partir de la serie de eventos que transcurrieron en el periodo que abarca.
El marco cronológico es el lógico y necesario, adelantado ya en el propio título del libro: antes y después de Alejandro Magno, es decir, desde comienzos del siglo IV a.e.c. hasta el final del periodo de los Diádocos. El libro queda así estructurado a partir de este esquema, a lo que se suman secciones introductorias, breves. La primera, el “Prólogo” (pp. I-IV), está escrita por M. Agudo Villanueva, conocido colaborador del autor y referente en los estudios sobre Macedonia. Seguidamente, Molina Marín dedica las primeras páginas en “Continuidad y ruptura en la Historia” (pp. 3-6) para adelantar el objetivo principal del libro, que no es otro que tratar de ver a Alejandro Magno como un ser humano más. Lo hace con el popular poema de Bertolt Brecht, “Preguntas de un trabajador que lee”, en el que el escritor alemán hacía hincapié en que detrás de cada gran hazaña o evento histórico siempre hay mucha más gente; no sólo los dirigentes involucrados, por lo general protagonistas a los que se atribuye la “agency”, la agencia, de todo lo que ocurrió a su alrededor. La segunda sección introductoria es “Antes de Alejandro” (7-17), donde Molina Marín presenta una serie de conceptos fundamentales para comprender bien lo que va a explicar. Se trata de aspectos tales como la monarquía, el basiléus, cuya naturaleza experimentará un notable cambio con Alejandro y los posteriores Diádocos; o también las ideas de panhelenismo y el bárbaro, dos elementos fundamentales en el discurso identitario de las comunidades griegas y su relación con los vecinos, especialmente los persas.
Una vez sentadas las bases, el libro continúa con tres capítulos amplios, que abarcan el arco temporal completo. Comienza así con “Filipo II de Macedonia” (pp. 19-64), que incluye los años inmediatamente anteriores a su nacimiento, cuando tras el asesinato de Arquelao en el 399 a.e.c. el reino se vio envuelto en un convulso periodo de rápidas sucesiones, asesinatos mediante, hasta que Amintas III, padre de Filipo, se consolidó en el poder.
Al igual que ocurre con la historiografía en torno a Alejandro, Molina Marín hace ver que la figura de Filipo II se ha abordado también con una clara parcialidad. O bien el monarca macedonio fue un hábil político y militar, o bien fue un cruel déspota, entre otras cosas. A esto se le añade la que es posiblemente la idea más importante de este capítulo: ¿estudiamos a Filipo II sin buscar conexiones con su hijo y heredero? Ciertamente, uno de los problemas que ha sufrido Filipo en los estudios modernos es el estar a la sombra de Alejandro. Del mismo modo, no han sido pocos los que han tratado de evitar ver una línea de continuidad entre padre e hijo, como si el primero encarnase determinados aspectos negativos y el otro, al (pretender) tener una naturaleza heroica, no pudiera haberse inspirado en lo que previamente vio hacer a su progenitor. Tampoco se ha querido ver al joven príncipe en el contexto cultural macedonio, ya que eso habría conllevado restarle el mérito propio.
La postura del autor queda clara en el título del siguiente capítulo, “Alejandro: El hijo de Filipo” (pp. 65-133). Aquí, página tras página, el lector va avanzando por la vida y obra del rey, desde su nacimiento y el vacío casi completo de documentación fiable respecto a su infancia y juventud, hasta su fallecimiento. Son numerosos los aspectos en los que Molina Marín se detiene para demostrar hasta qué punto se ha aplicado una visión interesada, que lejos de buscar un análisis objetivo ha servido para apuntalar una perspectiva lejana del Alejandro más humano. Una buena muestra de ello es la figura de Aristóteles, el gran pensador de la Antigüedad. De entrada, el autor nos invita a cuestionar la teoría tan arraigada de que Filipo II hubiera requerido de sus servicios por ser “el más más afamado e instruido filósofo” (Plut. Alex. 7.2), ya que en realidad en aquella época el estagirita aún no tenía tanto prestigio. Del mismo modo, con buenos argumentos reduce la importancia que Aristóteles pudo haber tenido en la educación de Alejandro, como réplica a la versión, recurrente ya en las obras antiguas, que muestra al joven Alejandro desarrollando unas aptitudes y habilidades que rozarían la perfección. Al fin y al cabo, tal y como Molina Marín apunta al terminar el capítulo: “Se olvidan de que el Estagirita dio clase a otros ilustres heraîroi (Hefestión, Ptolomeo, Casandro, Nearco, etc.) y eso no les hizo ni diferentes, ni excepcionales. Alejandro Magno no fue la creación de un filósofo, lo fue de una masa enorme e ingente de historiadores” (p. 133).
El último capítulo, “Los Diádocos” (pp. 135-173), aborda el complejísimo periodo de los “sucesores” de Alejandro, hasta la muerte del último de ellos, Seleuco, en el año 181 a.e.c. De nuevo, poco a poco, apartado tras apartado, va desgranando con suficiente detalle el devenir político de un imperio que rápidamente se fragmentó y del que terminaron surgiendo los reinos helenísticos. El autor hace hincapié también aquí en la necesidad de revalorizar a algunos individuos, cuya figura ha quedado oscurecida en las fuentes precisamente porque el aparato propagandístico de sus enemigos fue superior y perduró en el tiempo. Es el caso de Casandro y, por supuesto, de las mujeres del clan argéada, como Olimpíade y Cleopatra, hija de aquélla y hermana de Alejandro. Aquí se sumó además el hecho de que, por ser mujeres, tanto la tradición literaria como la historiografía moderna por lo general les ha dado un papel muy secundario. Queda claro que no es así.
Si algo se puede criticar a este libro es que el contenido es principalmente político. Lo que leemos es una sucesión continua de eventos históricos, sin que Molina Marín se detenga en analizar los cambios que hubo en otros ámbitos. No es este el objetivo de la obra en realidad, pero probablemente para compensar el autor dedica unos breves “Apéndices” (pp. 175-201), en los que aborda cuestiones tales como la evolución del arte y las circunstancias económicas, o un interesantísimo apartado titulado “El rey y el filósofo en época helenística”. Aquí se muestra de qué manera se generó un topos literario, que repetía determinados patrones, en el cual el gobernante de turno (Alejandro o Pirro, por ejemplo) entabla una conversación con uno o varios sabios (brahmanes de la India o Cineas, respectivamente), resultando por lo general victoriosos estos últimos.
Antes y después de Alejandro Magno tiene los ingredientes necesarios para convertirse en un referente en la bibliografía relativa al gobernante macedonio, tanto para un público académico como general. En este último ámbito, sí es cierto que el lector no especializado que esté interesado en este libro necesita tener al menos unos conocimientos básicos de la antigua Grecia y de ciertos conceptos, para así comprender desde el principio todo lo explicado, especialmente la correlación de datos que el autor lleva a cabo en algunas ocasiones. La redacción, por otro lado, es muy fluida y amena.
Por último, es de destacar, también como nota positiva, el empleo del sarcasmo con mucha habilidad para hacer notar las incongruencias e incoherencias que hay presentes en muchas de las teorías sobre diferentes aspectos de Filipo II, Alejandro Magno o algunos de los Diádocos, donde la historiografía moderna muchas veces ha querido ver ciertos patrones sin que realmente esté justificado. Como ejemplo tenemos el párrafo con el que termina el propio libro, a colación de la tendencia reciente a asociar a Alejandro con movimientos actuales, como adalid del conocimiento científico o de los derechos del colectivo LGTBI: “No obstante, también se produce ante la necesidad actual de adaptar sus logros y sus méritos a ojos de la modernidad. Resulta sorprendente que, dado su amor por sus mascotas, su perro (Peritas) y su caballo (Bucéfalo), no se haya convertido ya en el precursor de la moderna sensibilidad animal” (p. 201).
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Ejemplo de citación: Chapinal-Heras, D. (2025). Molina Marín, A. I. (2023). Antes y Después de Alejandro Magno. ¿El Hombre que Cambió el Mundo? Rhemata Antigüedad. Editorial Rhemata. 216 pp. ISBN 978-84-125078-5-0. Revista digital de los mundos antiguos (ReDMA), r250502. https://mundosantiguos.web.uah.es/revista/r250502