Vernet, M., Adiego, I.-X., García Trabazo, J. V., de Hoz, Mª.-P. y Obrador-Cursach, B. (eds.). (2024). Gods and Languages in Ancient Anatolia. Barcino Monographica Orientalia, 25. Series Anatolica et Indogermanica, 5. Universitat de Barcelona. Edicions. 551 pp. ISBN 978-84-1050-054-9.

Recensión de Ana Arroyo Cambronero (Universidad Complutense de Madrid)
El volumen objeto de esta recensión integra 24 de las 31 ponencias presentadas en el primer workshop “The Gods of Anatolia and their names” celebrado en Barcelona entre los días 17 y 19 de mayo de 2023 (Departament de Filologia Clàssica, Romànica i Semítica, 2023). Estas ponencias se enmarcan dentro del proyecto de investigación The gods of Anatolia and their names (continuity, importation, interaction): a philological and linguistic approach liderado conjuntamente por la Universidade de Santiago de Compostela, la Universidad Complutense de Madrid y la Universitat de Barcelona. Los investigadores principales de los tres subproyectos, junto con otros dos miembros del subproyecto barcelonés, son los responsables de la edición del volumen.
El prólogo introductorio corre a cargo de M. Vernet, quien, en nombre de todos los editores, dedica el volumen a uno de los miembros del proyecto fallecido en 2024, H. Eichner, indoeuropeísta y profesor desde 1989 en la Facultad de Filología y Ciencias Sociales de la Universität Wien (Philologisch-Kulturwissenschaftliche Fakultät Universität Wien, 2024). El volumen se cierra con los índices realizados por B. Obrador-Cursach: de teónimos, topónimos, antropónimos y de términos (pp. 531-545) y de textos (pp. 547-551), todos ellos ordenados cronológicamente atendiendo a las diferentes lenguas que aparecen en el volumen.
En línea con los objetivos del proyecto de investigación, los artículos abarcan un amplio abanico de disciplinas, desde la filología a la historia, pasando por la lingüística y la epigrafía. Todos ellos se inscriben en el amplio marco cronológico y cultural de Anatolia entre el II y el I mil. a. C. y en su mayor parte se centran en teónimos y epítetos de varias de las divinidades documentadas en estos contextos. El volumen se ordena principalmente de forma cronológica, de manera que los seis primeros artículos están dedicados a la Anatolia hitita del II mil. a. C. (B. Christiansen, J. V. García Trabazo, J. P. Galhano, N. Lodeiro Pichel, H. C. Melchert y L. Puértolas Rubio), los tres siguientes a los reinos neo-hititas posteriores del I mil. a. C. (T. Frühwirt, D. Schnürr y Z. Simon) y los últimos quince a teónimos, epígrafes y lenguas de otras poblaciones a partir de mediados del I mil. a. C. así como a lingüística indoeuropea: lidio/lidios (J. P. Sánchez Hernández, I. Yakubovich), griego/griegos (C. Ruiz Montero) cario/carios (F. Guizzi y M. Nocita, I.-X. Adiego, M. Anelli, R. Fabiani), licio/licios (F. Réveilhac), epígrafes griegos de época romana (H. Arroyo Quirce, M.-P. de Hoz), sidético y su epigrafía (G. Ferrer Pérez y R. Tekoǧlu) y lingüística indoeuropea (A. Kloekhorst, E. Rieken y M. Valério e I.-X. Adiego).
B. Christiansen es autora del primer artículo del volumen (“The character and gender of the Anatolian deity Pirwa and other Ancient Near Eastern deities associated with horses”, pp. 15-32) centrado en la divinidad Pirwa y en la posibilidad de identificar su género. Comprende un arco cronológico amplio, desde el nivel II (“level”, no “layer”, p. 16) del kārum hasta el final de la historia hitita en el s. XII a. C., pero son los dos últimos siglos el núcleo de la investigación. Tras el análisis de las evidencias textuales y la comparación con otras divinidades próximo-orientales asociadas a caballos (pp. 18-28), la autora concluye que no existen elementos suficientes que apoyen la teoría de que Pirwa pudiera ser femenina o tener dos géneros (p. 28) y que su inclusión en las listas de divinidades garantes de un tratado no puede, en contra de posiciones anteriores, remontarse más allá del reinado de Muršili II (p. 29).
J. V. García Trabazo (“Hittite Divinities of the Underworld and the Night Goddess of Šamuḫa: An interpretation from their hybrid cosmological background”, pp. 33-53) presenta las diferentes divinidades solares hititas, háticas, hurritas, luvias y mesopotámicas documentadas en las tablillas hititas, sus conexiones entre sí y la relación de algunas de ellas con el inframundo (pp. 35-37). El objetivo último es investigar su posible relación con la diosa de la Noche (DINGIR GE6) y de esta con el inframundo a través del examen de algunos objetos usados en rituales asociados a esta diosa y sus atributos (pp. 41-48). La metodología comparativa usada por el autor, y en especial las conexiones con el mundo indoeuropeo, aporta un valor añadido a los resultados, cuya síntesis es que la diosa de la Noche está influida por numerosas tradiciones, tanto anatólicas como indoeuropeas.
El artículo de J. P. Galhano (“Hittite ideas about the body as stimulus, stage and landscape of human and divine emotions. A textual approach”, pp. 55-101) aborda las emociones en la cultura hitita, uno de los temas menos tratados de la hititología hasta la publicación de su tesis doctoral (Galhano, 2022) y el libro editado por Sonik y Steiner (2023) con varios capítulos dedicados al particular. El objetivo del artículo es investigar la expresión física del espectro de algunas emociones, como ira, miedo, odio o alegría, tanto en humanos como en divinidades, desde una perspectiva cultural y en base a las fuentes textuales (pp. 55-57). Estas fuentes incluyen un amplio abanico de “géneros” textuales hititas así como inscripciones neo-hititas. La sección § 2 (pp. 57-74) muestra cómo el cuerpo era concebido efectivamente como el lugar en el que se encontraban las emociones y cómo este reaccionaba de diversas formas según lo percibido, por ejemplo, con temblor(es) ante el miedo (pp. 65-66). El punto § 3 (pp. 74-87) focaliza en la expresión de emociones a través de metáforas basadas en partes del cuerpo, movimientos corporales o gestos, como el amor a través de “rodear con las manos” a alguien (pp. 75-79). Finalmente, la sección § 4 (pp. 88-93) se ocupa del cuerpo como agente de emociones. En ella también se incluyen partes del cuerpo empleadas metonímicamente, como las “mala(s) lengua(s)” (idalu– EME) que refieren a un conjuro maligno (pp. 88-90). Una de las virtudes más reseñables del artículo es la presentación y discusión de un vasto y variado número de términos hititas relacionados con las emociones, el cuerpo, sus partes, sus concepciones y sus reacciones, que van más allá del elenco presentado en la introducción.
N. Lodeiro Pichel investiga el culto de KUŠkurša– de la divinidad LAMMA (van Gessel, 1998b, 681-714, esp. 692-693, s.v.) entre hititas y luvios (“The cult of DLAMMA KUŠkuršaš in the Luwian and Hittite religious spheres”, pp. 103-118). Tras señalar que una de las interpretaciones de LAMMA es la de “divinidad tutelar”, la autora aborda la equivalencia de KUŠkurša– con una bolsa realizada principalmente en piel, presenta la evidencia iconográfica del rython en forma de ciervo (MET 1989.281.10) y relaciona la divinidad LAMMA de la caza con esta bolsa o zurrón (pp. 103-105, Figs. 1–2). Las dos siguientes secciones (§§ 2-3) presentan una selección de fragmentos de festivales, rituales y de la primera versión del «Mito de Telipinu» que ilustran la posición de este objeto y sus divinidades asociadas en la mitología, el culto estatal hitita y en rituales (pp. 105-115). Todo ello permite a la autora concluir que la divinidad LAMMA KUŠkuršaš jugó un importante papel en la religión hitita, tanto en los cultos oficiales como en los rituales mágicos.
H. C. Melchert (“The Āššiya– deities”, pp. 119-135) investiga, principalmente desde la lingüística, las divinidades Āššiya-, documentadas sólo en plural (van Gessel, 1998, 50-51, s.v.) y sólo en uno de los días del festival hitita AN.DAḪ.SUMSAR (p. 119). El autor abre su artículo con una breve pero exhaustiva revisión de la bibliografía precedente en la que señala las imposibilidades de las diferentes teorías sobre la formación del teónimo (p. 119). Argumenta que se trata de una raíz luvia *āšš(a)- de terminación –iya– de género común (p. 120). La escasísima documentación de estas divinidades y el hecho de que sólo se documenten como receptores de ofrendas no permite aclarar su función (p. 120), pero su “undeniable” relación etimológica con el participio āššiyant-, “amado”, y la consideración de que sólo los humanos pueden ser “queridos” por los dioses y no a la inversa porque sólo los primeros son “the source of all favor and well-being”, es la base sobre la que el autor argumenta que el significado del teónimo es el de “portadores del bien” (pp. 121, 131). En la sección § 4 (pp. 121-129) profundiza en este último argumento a través del análisis lingüístico comparativo de epítetos similares en luvio y licio, y en particular de Āla aššattaššiš como divinidad “portadora del bien” (p. 127) para sostener el significado propuesto del teónimo. En la última sección antes de las conclusiones (§ 6, pp. 130-131) avanza la hipótesis de que el adjetivo hitita āššu-, “bueno”, y sus derivados, pudieran proceder del luvio, aunque reconoce que se trata de una propuesta inverificable (p. 132).
El artículo de L. Puértolas (“Good gods and evil gods: the role of Hittite deities through their epithets”, p. 137-164) estudia las divinidades hititas DGULšeš (van Gessel, 1998, 249-254, s.v: Gul(aš)ša, Gulza, Gulzannika), Wišuriyant (van Gessel, 1998, 562, s.v.) y “divinos siete” (van Gessel, 1998b, 906-909, s.v: VII.VII, VII.VII.BI) que en algunos textos se asocian a los epítetos “maligno(s)” y “aterrador(es)” (p. 138 y Tab. 1). A través del examen de los pertinentes rituales mágicos, la autora concluye (pp. 159–160) que Wišuriyant (pp. 139-142), la “maligna GULša-” (pp. 143-148, 153-154) y los “divinos siete” (pp. 154-159) presentan estos epítetos negativos porque son los causantes del mal que afecta al paciente. Debido a los contextos en los que aparecen estas divinidades y a su diferente naturaleza, sus epítetos negativos tienen también connotaciones diferentes. Así, por ejemplo, en el caso de “maligno” en relación con Wišuriyant y GULša-, el epíteto refiere también a su carácter poco fiable, subrayado a través de la invocación a la divinidad Solar durante el ritual (pp. 142, 146, 149) para que vigile su comportamiento. Los objetivos y las conclusiones del artículo son particularmente notables si se considera la escasez de fuentes que documentan este tipo de divinidades y que ha obligado a su autora, para sustentar sus afirmaciones, a realizar una extensa búsqueda de paralelos temáticos, también en otros géneros textuales.
T. Frühwirt abre la sección del volumen dedicada a los reinos neo-hititas con un artículo que trata de reconstruir la jerarquía de dioses de Tabal en el s. VIII a. C. por debajo del cabeza del panteón, el dios Tormenta (Tarḫunt) (“Gods and rulers in Neo-Hittite Tabal”, pp. 165-183). Para ello, la autora examina las inscripciones de la región que contienen, en su parte narrativa y perfectamente identificables, un listado de divinidades; relaciona estas divinidades entre sí y con otros particulares, como onomásticas o inscripciones funerarias, y explica el origen, tradición y posibles equivalentes de estos dioses (pp. 166-174). En base a esta información, elabora dos modelos, ambos con Tarḫunt en la cúspide, que relaciona con otras fuentes del período (pp. 174-177) y con las divinidades veneradas por los principales monarcas del reino en este siglo (pp. 177-178). El modelo A se caracteriza por contener a Ḫebat, Šarruma, Allanzu, Ea y Kubaba; mientras el B, a Runtiya y quizá también a Kubaba (pp. 174, 178-179). Una de sus conclusiones más sobresalientes es la individuación de dos posibles tradiciones, hurrita y luvia, para estas listas de divinidades y estos dos modelos, que pudieron haber coexistido en Tabal y otras regiones neo-hititas (pp. 174, 176-177).
El artículo de D. Schürr (“Sonne Mond Sterne und Kubaba”, pp. 185-103) investiga la iconografía de los discos de oro aparecidos en Nebra (Alta Sajonia, Alemania) decorados con un creciente lunar, un círculo, una serie de puntos, una estrella de siete puntas y un arco cruzado por dos líneas paralelas (p. 185) y su posible conexión con las tradiciones neoasiria y neo-hitita en las que se documentan algunas de estas representaciones, especialmente en sellos (§§ 2-4, pp. 187-194, Figs. 1-5). La datación de estos discos no es segura, puesto que proceden de excavaciones ilegales, pero las últimas investigaciones los sitúan en la Edad del Hierro por sus paralelos iconográficos con las culturas de Hallstatt D y La Tène (pp. 186-187). El autor sostiene que estos símbolos, y en especial el creciente lunar, habrían llegado hasta Occidente gracias a los persas (§ 6, pp. 196-198).
Z. Simon aborda, como H. C. Melchert, la identificación de una divinidad escasamente documentada (“Nikarawas reconsidered”, pp. 205-215), en este caso, en una única inscripción del I mil. a. C. procedente de Karkemiš: Nikarawas, asociada a los perros (p. 205). Frente a las posiciones de autores precedentes que han identificado esta diosa con la también hapax Nikaruhas (pp. 205-206), la mesopotámica Ninkarrak (§ 1.1, pp. 206-207), la aramea NGR/NGD (§ 1.2, p. 208) o, en base a paralelos indoeuropeos con los perros del inframundo, una diosa luvia (§ 1.3, pp. 208–209), el autor propone, desde la lingüística y la comparación de los atributos de esta diosa (§ 2, pp. 209-212), una nueva lectura del nombre de la diosa como NiKaru-/NiKarwa-, correspondiente luvio de la hitita Nikkalu– (van Gessel, 1998, 333-334, s.v. Nikkal), a su vez adaptación de la mesopotámica Ningal (pp. 210-212; van Gessel, 1998b, 737-740, s.v.).
J. P. Sánchez Hernández abre la sección dedicada a divinidades anatolias del I mil. a. C. diferentes a las neo-hititas con un artículo sobre el dios lidio local de Thyateira, Tyrimnos (“Apollo Tyrimnos: origin, names, attributes, and cult of the patron god of Thyateira”, pp. 217-238, Figs. 1-6). En base al elemento -μν- del teónimo (Τύριμνο𝜍), que podría corresponderse con el sufijo lidio –mv(i)– usado para construir onomásticas derivadas de topónimos, el nombre del dios referiría a una divinidad lidia relacionada con alguna localidad cercana a Thyateira que fue primero asimilada a Apolo y después, en el período imperial, a Helios, lo cual explicaría haber recibido culto como Helios Pythios Apollon Tyrimnaios (pp. 220-222, 229). La iconografía del dios en las monedas también enlazaría con su origen lidio, especialmente el hacha de doble filo, al tiempo que con Apolo como dios solar, sobre todo a través de la corona radiada (pp. 218, 222, Figs. 1-4). El autor argumenta que la importancia de este dios en la ciudad en el s. II d. C. estaba directamente asociada a la élite local, que perseguía vincularse con un pasado propio que consideraba prestigioso al tiempo que reconocía su ligamen con Roma y su emperador (pp. 218, 222-228). A esta relación dual contribuyeron también algunos grupos de artesanos, según indican las inscripciones que comisionaron (pp. 228-229).
Desde la lingüística y la historia de la religión, I. Yakubovich (“The Lydian god Qλdãns”, pp. 239-261) presenta un artículo sobre el dios lidio Qλdãns, la segunda divinidad más mencionada en las fuentes lidias después de Artemis (pp. 240-241). El autor revisa, analiza y refuta las diferentes teorías sobre el origen y función del dios (§§ 2-5, pp. 241-253) como equivalente de Apolo en Sardes (§ 2, 241-243), forma local de Zeus (§ 3, pp. 243-245), idéntico al dios Luna Men/Meis (§ 4, pp. 245-249) y divinización del rey Creso (§ 5, pp. 249-253). Sobre la base de la discusión anterior y la relación (§ 6, pp. 253-256) entre el lidio qaλm(λ)u-, el cario kλmu– y el griego πάλμν𝜍 derivados todos del pre-cario *kwalji-muwa/*kwalja-muwa, “(que tiene) la fuerza del ejército” (pp. 253-256), presenta su propia hipótesis en la que Qλdãns es interpretado como la forma local del dios Tormenta del ejército documentado en fuentes hititas, luvias y carias (p. 256).
En su artículo (“Xenophon of Ephesus, Ephesiaca 1.2.2–9: a real pompe?”, pp. 263-279), C. Ruiz-Montero analiza la Efesíaca, una de las cinco novelas griegas conservadas, atribuida a Jenofonte de Éfeso y datada en el s. II d. C. (p. 263). La autora comenta y analiza las cuatro secciones de este texto poniendo el foco en la pompe de Artemis y sostiene, con otros autores, que no puede considerarse una completa ficción (pp. 264, 270) a pesar de poder catalogarse como un tipo de obra para ser representada (ekphrasis, p. 265) que con el tiempo derivó en una “local tale” (epichorios logos, p. 272). En esta novela, Artemis es equivalente a Isis (pp. 264, 269, 274), diosa a la que está consagrada la protagonista Antía (p. 269), que a su vez está identificada con la diosa cuya procesión encabeza (p. 271). Por su parte, el otro protagonista de la obra, Habrócomes (p. 264), presenta un papel especular al de su compañera Antía, también liderando la procesión masculina y representando al dios (p. 272). El rol de ambos cristaliza en su enamoramiento y posterior matrimonio (p. 264), consecuencia directa de la pompe que representan (p. 272). Jenofonte estaría describiendo en esta obra una pompe genérica de Artemis en Éfeso, compuesta por elementos de procesiones reales, pero enmarcada en un tiempo indeterminado y que podría iluminar aspectos culturales del s. II d. C. (pp. 274-275).
Sobre la base de las inscripciones halladas en Hierápolis y Laodicea, ambas localizadas en el curso medio del Meandro y de fundación seléucida (pp. 281, 289), F. Guizzi y M. Nocita investigan las divinidades Apolo y Zeus de ambas regiones y sus respectivos epítetos (“Zeus, Apollo, and their epithets in the Lykos Valley”, pp. 281-299). La sección dedicada a Hierápolis corre a cargo de F. Guizzi (§ 1, pp. 282–289), mientras que M. Nocita (§ 2, pp. 289-294) se ocupa de la de Laodicea (p. 281, n. 1). En Hierápolis, ambos dioses presentan conexiones con divinidades anatólicas (p. 281). En el caso de Apolo, su epíteto Kar(e)ios lo conecta con tradiciones locales que enlazan con el monte Cario y la región de Caria, y que lo distinguen, a pesar de su iconografía (pp. 282, 285), del Apolo de Delfos (pp. 284-285). El dios Zeus presenta tres epítetos, Bozios, ligado a Thiounta (pp. 286-287); Troios, documentado sólo por la numismática (pp. 286, 288) y Sabazio, conectado con Plutón y Dioniso (p. 288). En Laodicea, Zeus y Apolo entroncan principalmente con tradiciones helenísticas (p. 281) y, en el caso del primero, su culto estaba asociado al del emperador (p. 291). Zeus recibe, entre otros, el epíteto de Sóter (pp. 289-290) y Aseis, que podría relacionarse con el arameo aziza (p. 292). Por su parte, el culto de Apolo estaba conectado con el santuario del dios en Claros (p. 293).
I.-X. Adiego investiga desde la filología el epíteto del Zeus cario (“Zeus Osogōs, Zeus Osogō, Zeus Osogōa? The adventures of a Carian god name”, pp. 301-320) según las fuentes literarias y epigráficas. El autor indica que, según los textos griegos de Estrabón y Pausanias, el epíteto aparece en gen. sg. como Ὀσογώ en Estrabón (pp. 302-303, 317), mientras en Pausanias se documenta la forma corrupta ὀγῶα para el ac. (pp. 302-303). Esta última forma es corregida como Ὀσογῶα, que a su vez es aplicada también al término documentado en Estrabón y que, aunque no aparece en los textos, sí se atribuye a las fuentes epigráficas (p. 303). Pese a todo, el estudio de las ediciones de las dos primeras fuentes epigráficas para este epíteto, ambas de Milasa (pp. 303-305), muestra que su primer editor no propuso nunca la lectura Οσογωα para ninguna de ellas ni tampoco para los textos de Pausanias (p. 305), sino que esta lectura deriva de una corrección posterior que pretendía enmendar un error de copia (p. 306). Posteriormente, las ediciones de nuevas inscripciones de la misma región apoyaron la lectura de la indeclinable Οσογωα, Osogoa/Osogôa, y esta devino canónica (pp. 306-307, 311). Hasta que la edición en 1990 de una nueva inscripción griega probó que esta lectura era implausible (pp. 311, 314, 317). Pese a todo, aunque esta lectura no es posible en las fuentes epigráficas, sí puede serlo en Pausanias, donde Ὀσογῶα, que necesariamente debe ser un ac. por el contexto, puede explicarse como una forma no contraída de este caso, documentada en otros pasos del autor clásico para otras palabras de terminación -ο originarias del cario y adaptadas al griego (pp. 315, 318). Por tanto, el epíteto correcto del Zeus cario debe ser Osogos, Osogollis para aquellos documentos que muestran la forma con el sufijo cario -λi- (pp. 316-318).
M. Anelli estudia también los epítetos de Zeus, en este caso del santuario cario de Labraunda en Milasa (“Zeus of Labraunda and his epicleses: a chronological distribution”, pp. 321-351). La autora revisa las diferentes variantes de este Zeus, tanto en las fuentes literarias como epigráficas, así como su distribución cronológica (p. 322). Presenta estas fuentes ordenadas por tipología, primero literarias y después epigráficas, y estas, a su vez, por orden cronológico (§ 2, pp. 322-331 y § 3, pp. 331-344, respectivamente). Este estudio tipológico y diacrónico de las fuentes textuales le permite concluir que la forma más antigua, y por tanto original, del epíteto del dios es Λαμβράυνδοϛ, documentada por las fuentes epigráficas en el s. IV a. C. Debido a su distribución diacrónica y geográfica, esta forma no puede explicarse como un error, sino como aquella que refleja la palabra caria de la que deriva (pp. 344-345, 347). Así, la que hasta ahora había sido tenida por original, Λαβράυνδοϛ, queda demostrado que sólo se documenta en el s. III a. C., y que, por tanto, no es la forma original, sino que derivaría de la pérdida de la nasal y, quizá, de una reinterpretación etimológica sobre la base del principal atributo del dios, el hacha de doble filo, λάβρυϛ, labrys (p. 344).
El artículo de R. Fabiani es el último dedicado al cario y su contacto con el griego (“Iasos and its cults of Zeus between the Greek and the Carian World (6th–4th century BC)”, pp. 353-374). A través del estudio de las fuentes epigráficas que documentan la forma local de Zeus y su evolución diacrónica, la autora investiga la formación de la identidad de Iasos (pp. 353-354). La primera evidencia del culto a Zeus en Iasos data de finales del s. VI a. C.: un grafito en lengua caria en el borde de una cerámica de figuras negras hallado en lo que la autora considera que debió ser un único lugar de culto al dios cerca de la Puerta Este de la ciudad (pp. 354-358, Figs. 1-3). La lengua de la inscripción es cario y la divinidad que documenta podría ser la forma local del dios Tormenta próximo-oriental, Tarhunt- (trquδ) con el epíteto κλmuδ[?, “señor de la guerra”, cuyo equivalente griego sería Zeus Stratios, conectado con la caria Labraunda (pp. 358-360, 368; véase Anelli en este volumen). Esta mezcla de tradiciones, que se evidencia también en el hecho de que la cerámica sea típicamente griega, lleva a la autora a concluir que a finales del s. VI a. C. la población de Iasos era mixta y que la pertenencia a cualquiera de los dos grupos étnicos no tenía importancia en la identidad de su población (pp. 359, 361). Con la inclusión de la ciudad en la satrapía de Caria y la conspiración contra Mausolo, la población de lasos basculó hacia una identidad alejada de lo griego y el Zeus local pasó a ostentar el epíteto de Megistos sin por ello perder su ligamen con el de Labraunda ni sus raíces carias, ya que este nuevo epíteto se habría añadido al anterior de Stratios (pp. 362-368).
R. Réveilhac contribuye al volumen con un artículo (“Give a god a bad name and beg him: the Lycian theonym Σουμενδιϛ/Σομενδιϛ”, pp. 375-390) que investiga al dios Soumendis, cuyo lugar de culto se localiza al abierto en la región licia de Limira y cuyos epítetos no indican claramente su función (pp. 375-376). Tras un breve apartado en el que se advierte de las dificultades metodológicas del estudio, y en particular en la más que probable inexactitud de un teónimo expresado en griego para una divinidad que no lo es (§ 2, pp. 376-377), el autor aborda el estudio de teóforos romanos, griegos y carios para iluminar las variantes de Soumendis (§ 3, pp. 377-379) que reflejarían, a su vez, variantes en las raíces del nombre en licio, luvio y cario (§ 4, pp. 379-380) cuya base más probable sería el término luvio zamman-, “brujería; daño” (p. 382) sobre el que se construiría el derivado adjetival en –nt(i)– (pp. 380, 383). Sin embargo, el significado del término luvio no parece concordar con una divinidad a la que se le dirigen plegarias. Su comparación con algunos rituales de purificación, dioses y onomásticas hititas indica que se trataría de una elipsis que refiere a la función del dios como el que purifica al suplicante (pp. 383–385). Esto indicaría que el teónimo era en origen un epíteto y que este reemplazó al nombre de la divinidad que lo ostentaba porque su función era purificadora (pp. 383, 385).
H. Arroyo Quirce (“An oracle of Ares Kiddeudas in southern Anatolia?”, pp. 391-403) estudia el culto a Ares en Pisidia y en particular, el de Ares Kiddeudas. El dios aparece documentado por primera vez (p. 392) en una consulta oracular inscrita en un altar de Sagalassos (p. 392; § 3, pp. 397-400), pero el significado del epíteto continúa siendo oscuro (p. 399). Siguiendo a otros estudiosos, Ares sería la reinterpretación griega de un tipo de divinidad guerrera local (pp. 392, 397) que el autor considera documentada en un pasaje de las Historias de Heródoto (Hdt. VII, 76-77) en relación a los pisidios, aunque la referencia a esta relación no existe formalmente, sino que se reconstruye en una laguna del fragmento mencionado (§ 1, pp. 392-394; § 2, p. 395).
Mª.-P. de Hoz (“Doumoi, sacred villages, and indigenous gods in Roman Asia Minor”, pp. 405-436) investiga el uso y significado del término doumos en Anatolia que se documenta desde época paleofrigia a romana en varias inscripciones procedentes de Lidia, Frigia, Macedonia, Tracia, Mesia y noroeste de la península ibérica (p. 405-407). El término ha sido reconocido desde el inicio como anatólico, seguramente conectado con el frigio dum- (pp. 406-407, 410-411), y en opinión de la autora, con la función de denotar una realidad autóctona imposible de traducir al griego aunque conectada con kome (pp. 408, 410, 420, 425-426). Esta realidad sería, en concreto, la de una población unida por lazos de parentesco en torno a un lugar de culto (pp. 407-408, 411, 413, 415, 418-419, 421, 426) y reflejaría la naturaleza conservativa de las poblaciones rurales de Frigia y Lidia (pp. 408, 423-424, 426).
El artículo de G. Ferrer (“A formal approach to the Sidetic signs for d and l”, pp. 437-452) analiza las variantes de los signos d y l en sidético y la conexión entre ambos desde una perspectiva formal que tiene en cuenta también el posible alfabeto de procedencia (p. 437). El valor d ha sido relacionado con tres signos diferentes —irreproducibles aquí—, de los cuales el n.º 12 (según el catálogo de Nollé, 2001; véase p. 438, n. 2 y Fig. 2), similar a una “R” invertida orientada a la izquierda (pp. 441-442), parece el más seguro. Por su parte, el valor l ha sido atribuido al n.º 17, igual al anterior pero orientado a la derecha (p. 442 y Fig. 2). Este signo presenta también diferentes variantes (pp. 440–441 y Fig. 2), una de las cuales está abierta en la parte inferior (pp. 442-443 y Fig. 3). Ambos signos, 12 d y 17 l, se diferencian en dos aspectos principales: su orientación, 12 d a la izquierda y 17 l a la derecha (pp. 442, 444-445 y Figs. 3–5); y su apertura inferior, que sólo se documenta en 17 l (pp. 443–440 y Fig. 3). Según el autor, la relación entre ambos signos se explicaría principalmente en base a la tendencia del alfabeto sidético a desarrollar letras en pares diferenciados por su orientación (pp. 444-445 y Fig. 5) que habría conducido a una evolución de 17 l de su forma abierta a aquella cerrada (pp. 445, 447). Respecto al posible alfabeto que sirvió de modelo para el sidético (pp. 445-448), el autor considera, en base al posible desarrollo de ambos signos indicado más arriba, que el griego constituye la explicación más convincente (véase también Tekoǧlu, 499, en el presente volumen) y que sus respectivos correlatos serían delta (Δ) y lambda (Λ), transformadas en un proceso en el que se habría primado su variante cursiva (pp. 447-448).
La sección de lingüística indoeuropea se abre con el artículo de A. Kloekhorst (“The 1pl. and 2pl. personal pronouns in Luwian, Anatolian, and Indo-European”, pp. 453-482) en el que el autor estudia las formas de los pronombres personales luvios de 1ª (§§ 1-2, pp. 453-458) y 2ª persona (§§ 3-4, pp. 456-458) del plural, enclíticos e independientes, y tanto en escritura cuneiforme como jeroglífica y persigue reconstruir sus formas en protoluvio (§ 5, pp. 468-471) y protoanatolio (§ 6, pp. 471-479) dentro del protoindoeuropeo (p. 453). De los tres casos documentados en cuneiforme para el pronombre personal independiente de 1ª pl., el autor considera seguros sólo dos: nom. (anzaš) y ac.-dat. (anza) (pp. 454, 468), mientras el esgrimido abl.-instr. debería analizarse como una cadena de clíticos en la que este pronombre, –nz(a)- [-nts], aparecería en ac.-dat. (pp. 454-455, 468), correspondiente al protoindoeuropeo *ns– (pp. 455, 458). Este punto es más complejo en jeroglífico —defectivo en la representación de algunos fonemas (véase también en este volumen, Simon, 209-210) y con un corpus menor—, en el que sólo se documentan la forma independiente en nom. (/antsánts/) y el enclítico ac.-dat. –za-, también equivalente fonéticamente a [-nts] (pp. 454, 456-458, 468). Para la 2ª pl. del pronombre independiente en cuneiforme la documentación es escasa y las tablillas están fragmentadas, lo que impide una lectura segura (p. 459). Pese a ello, el autor propone que el nom. se corresponda con ūnzaš (pp. 460-461, 465, 468) y el ac.-dat. con ūnza (pp. 462-463, 465, 468). Por su parte, en jeroglífico, las formas no presentan problemas, ni para las independientes (nom. [undzás], [undzánts]); ac.-dat. [undzánts]; abl.-inst. [undzá:ði]) ni para las enclíticas ([-mants]) (pp. 465-466, 468). Tanto en la 1ª como en la 2ª pl. las formas del pronombre independiente en nom. derivarían de las del ac.-dat. (pp. 466, 469). La forma protoluvia del nom. sería */antsás/, mientras la del ac.-dat., */antsá/ y */untsá/ (pp. 469, 471). Comparando estas formas con sus correspondientes hititas, el autor reconstruye las protoanatólicas. Para la 1ª pl. del pronombre independiente, el nom. sería */ueiés/, el ac.-dat., */ntsé/ y el abl.-inst., */ntsét/; mientras el enclítico ac.-dat. podría reconstruirse como */-nts/ (véase más arriba), */-nos/. En el caso de la 2ª pl., el nom. sería */ioués/, el ac.-dat. */untsé/, el abl.-inst. */untsét/ y el enclítico en ac.-dat. */-smos/ (pp. 471-475).
E. Rieken presenta en su artículo (“Luw. ḫū(wa)mm-: a new word family and its PIE etymology”, pp. 483-496) varios lexemas luvios escasamente documentados, tanto en cuneiforme como en jeroglífico, que pertenecerían a la misma familia de palabras: (:)ḫūmma– (§ 1, pp. 483-484), luv. cun. ḫūm(ma)t(i)- y luv. jer. /xummæd(i)-/ (§ 2, pp. 484-486), ḫūmanni– (§ 3, pp. 486-487), TÚGḫuwammaliya- (§ 4, pp. 487-488) y /xūmmi(d)-/ (§ 5, pp. 488-492). Todos estos términos derivan, propone la autora, de la raíz luvia *ḫūmm-/ḫuwamm-, “agarrar, tomar, coger; encerrar, cercar” (pp. 486, 488, 492) cuya raíz protoanatólica *h1em– puede reconstruirse gracias a la hitita *ḫūm– (§6, pp. 493-494).
El artículo de R. Tekoǧlu (“A new tessera iudicis in Sidetic”, pp. 497-510, Figs. 1–4) presenta un nuevo epígrafe en sidético, seguramente un pinakion del tipo dikastes (lat. tesserae iudicis) conservado en el museo de Side (pp. 498-499, 504; Fig. 1). Una de las características más sobresalientes de esta pequeña placa (dimensiones en p. 499) es la presencia de un signo aún no documentado, en forma del numeral 8, al que el autor adscribe el n.º 27 sobre la base del catálogo general (pp. 499, 503; véase también Ferrer, p. 438, n. 2, en el presente volumen). El autor ofrece la transliteración (p. 499) y la traducción (p. 504) del texto y propone la identificación de uno de los 3 signos sin descifrar de este epígrafe, el n.º 24, como “b” (pp. 501, 503).
Los artículos del volumen se cierran con la contribución de M. Valério e I. Adiego (“Carian q and Luwic *H”, pp. 511-530) que, sobre la base de la existencia de dos laringales con reflejos consonáticos, h2 y h3, en las lenguas anatólicas, investiga el origen y valor fonético de la q caria (pp. 511-512). Tras la revisión de las evidencias textuales (pp. 512–517), los autores concluyen que esta letra denota dos sonidos derivados de los luvitas *H y *k (pp. 512, 525): *Hu (pp. 512-513, 524 y Tab. 1) y *k precediendo *u (pp. 513, 515-516, 518, 524 y Tab. 1), y que por tanto se trata de una consonante uvular (pp. 520, 523–525).
BIBLIOGRAFÍA
Departament de Filologia Clàssica, Romànica i Semítica, Facultat de Filologia i Comunicació, Universitat de Barcelona. (2023). Notícies 17 maig 2023. <https://www.ub.edu/portal/web/dp-filologia-classica-romanica-semitica/detall/-/detall/workshop-the-gods-od-anatolia>
Galhano, J. P. (2022). Hittite Emotions in Lexical and Semantic Grounds. Research into the History of emotions through the Hittite records. [tesis de doctorado, Universidade de Santiago de Compostela (USC)]. Repositorio USC MINERVA. <http://hdl.handle.net/10347/30490>
Nollé, J. (2001). Side im Altertum. Geschichte und Zeugnisse. II. Dr. Rudolf Habelt GMBH.
Philologisch-Kulturwissenschaftliche Fakultät Universität Wien. (7 de marzo de 2024). Nachruf Heiner Eichner. <https://phil-kult.univie.ac.at/news/aktuelle-meldungen/nachruf-heiner-eichner/>
Sonik, K. y Steinert, U. (eds.) (2023). The Routledge Handbook of Emotions in the Ancient Near East. Routledge.
van Gessel, B. H. L. (1998). Onomasticon of the Hittite Pantheon I. Handbuch der Orientalistik I.33. Brill.
van Gessel, B. H. L. (1998b). Onomasticon of the Hittite Pantheon II. Handbuch der Orientalistik I.33. Brill.
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Ejemplo de citación: Arroyo Cambronero, A. (2025). Vernet, M., Adiego, I.-X., García Trabazo, J. V., de Hoz, Mª.-P. y Obrador-Cursach, B. (Eds.). (2024). Gods and Languages in Ancient Anatolia. Barcino Monographica Orientalia, 25. Series Anatolica et Indogermanica, 5. Universitat de Barcelona. Edicions. 551 pp. ISBN 978-84-1050-054-9. Revista digital de los mundos antiguos (ReDMA), r250703. https://mundosantiguos.web.uah.es/revista/r250703