HYDREUMA (DESIERTO ARÁBIGO)

Joan Oller Guzmán (Universitat Autònoma de Barcelona)

Profesor Agregado de la Universitat Autònoma de Barcelona, arqueólogo profesional y director del Sikait Project, proyecto de excavaciones arqueológicas en el Parque Nacional de Wadi Gemal (Desierto Arábigo, Egipto).

RESUMEN

Los hydreumata fueron un conjunto de establecimientos fortificados situados en las rutas que vertebraban el Desierto Arábigo egipcio en época greco-romana. De características diversas, su funcionalidad primordial consistía en el control de las caravanas comerciales que se movían entre el valle del Nilo y las regiones productivas y puertos del Mar Rojo, con especial relevancia en la gestión de los escasos recursos hídricos de la región.

PALABRAS CLAVE

Desierto Arábigo (Egipto greco-romano), minería (Egipto greco-romano), Berenike, Koptos, Myos Hormos.

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El creciente interés experimentado por parte de los monarcas ptolemaicos en el control y explotación de los recursos del Desierto Arábigo egipcio a partir del gobierno de Ptolomeo I tuvo como consecuencia el desarrollo de un sistema de estructuración y vertebración de este territorio. Dicho sistema se basaba en el establecimiento de diferentes rutas que permitían conectar el valle del Nilo con la costa del Mar Rojo, donde se encontraban los puertos que daban entrada al rico comercio procedente de zonas como Arabia, el cuerno de África o la India (fundamentalmente Berenike y Myos Hormos). Este interés creció exponencialmente en época romana, con una explotación más intensa de recursos como la piedra de calidad, los minerales (oro, esmeraldas, amatistas, etc.) y un incremento del flujo comercial procedente del Mar Rojo, de tal modo que se hizo inevitable un mejor acondicionamiento y protección de dichas rutas.

Los principales problemas asociados al funcionamiento de estas vías se vinculaban a los posibles ataques de las tribus nómadas de la zona (bien atestiguados en época romana imperial gracias a diversos ostraca) y, especialmente, a la dificultad de conseguir agua en un ambiente árido y hostil como el Desierto Arábigo. Para solucionar estos problemas, ya en época ptolemaica se inició la construcción, a lo largo de estas rutas, de diversos hydreumata. Un hydreuma, de forma general, se puede identificar como un pozo fortificado; es decir, un punto en el cual existía agua bajo la superficie y en el que se creaba un pozo de extracción, el cual era protegido por una estructura defensiva fortificada. En época romana se mantuvo esta tradición acerca de la creación de pozos fuertemente defendidos, si bien también se podían denominar con una terminología más genérica como “praesidia”. Los hydreumata se establecieron a lo largo de las principales rutas que conectaban el valle del Nilo con los puertos del Mar Rojo y también las regiones productivas como zonas mineras o canteras. Fuentes clásicas, como Plinio, o itinerarios, como el Itinerario de Antonino, la Tabula de Peutinger y el Anónimo de Rávena, ofrecen listas detalladas con los diferentes puntos fortificados del Desierto Arábigo. Afortunadamente, en las últimas décadas la arqueología ha podido identificar diversos de estos fuertes e, incluso, vincularlos con alguno de los asentamientos citados en las fuentes antiguas.

Figura 1. Localización del Mons Porphyrites en Egipto (fuente: autor).
Figura 1. Mapa de la región (fuente: Sergio García-Dils de la Vega).

Las rutas en las que se establecieron estos fuertes fueron, básicamente, la que unía Berenike y Apolonópolis Magna; la ruta entre Berenike y Koptos; y la establecida entre Myos Hormos y Koptos. Con todo, también encontramos fortificaciones similares vinculadas a regiones productivas como las canteras imperiales de Mons Claudianus y Mons Porphyrites. De hecho, las características entre ambos tipos de fortificaciones varían en ciertos aspectos, de tal modo que los fuertes asociados a las canteras no acostumbraban a presentar un pozo central. Si nos centramos en los hydreumata situados en las vías antes mencionadas, sí que presentan algunos elementos característicos bastante comunes, dentro de las amplias variaciones dependiendo de su situación y cronología. Así, la mayoría de los fuertes son de morfología regular, normalmente cuadrados o rectangulares, delimitados por una muralla protegida por torres redondeadas en las esquinas y también en la puerta de entrada (aunque no todos presentan torres). Las dimensiones acostumbran a situarse alrededor de los 50/60 metros por lado, si bien podemos encontrar excepciones de mayor o menor tamaño. Puesto que su función primordial era el control de las rutas comerciales y de las fuentes de agua, su situación siempre era en el llano y no en posiciones elevadas, como se podría esperar de un establecimiento defensivo.

Sin duda, el elemento fundamental de estos fuertes era el pozo central, normalmente de grandes dimensiones, alrededor del cual se organizaban el resto de las dependencias. Desgraciadamente, la mayoría de estos pozos se encuentran ampliamente degradados, puesto que han ido colapsando a lo largo de los años. Con todo, en algunos de ellos aún se conservan parcialmente las escaleras que permitían el acceso al pozo, como en el caso de Wadi Kalalat, cerca de Berenike, o al-Zarqa, en la ruta entre Myos Hormos y Koptos. Los pozos, con todo, no eran los únicos sistemas que permitían la obtención de agua y también tenemos evidencias de presencia de cisternas o de canalizaciones que permitían dirigir fuentes de agua externas hacia los fuertes, como en los casos de Maximianon, Dio/Iovis o Didymoi. En relación con el aprovisionamiento de agua, en diversos fuertes se ha documentado la presencia de espacios de ocio como son los baños, normalmente situados en una de las esquinas del fuerte y consistentes en pequeños complejos termales muy básicos. De nuevo, los ejemplos mejor conocidos proceden de los fuertes de Maximianon, Dios/Iovis, Didymoi o también Xeron Pelagos, excavados por equipos franceses.

Figura 2. Pozo del fuerte de Wadi Kalalat. Fuente: autor.
Figura 2. Pozo del fuerte de Wadi Kalalat. Fuente: autor.

Otras instalaciones habitualmente documentadas en las excavaciones de estos hydreumata/praesidia serían los aedes o pequeños templos, espacios de culto vinculados a los militares que habitaban estas fortificaciones y que acostumbraban a tener como punto central un pequeño altar con elementos decorativos tales como mosaicos o paredes recubiertas de estucos. Los mejores ejemplos se documentaron en Xeron Pelagos y Dios/Iovis. También se puede destacar la presencia del praetorium, espacio destinado a la residencia de la comandancia del fuerte y que, por ello, también acostumbraba a presentar un mayor grado de lujo en su construcción. De nuevo, el caso mejor conocido sería el de Dios/Iovis, decorado con un mosaico geométrico de color blanco y negro.

Figura 3. Aedes del fuerte de Dios/Iovis. Fuente: M. Reddé.
Figura 3. Aedes del fuerte de Dios/Iovis. Fuente: M. Reddé.

Finalmente, remarcar la presencia también de espacios vinculados a la producción y almacenamiento de alimentos, como horrea o hornos de pan, y, evidentemente, de los barracones en los cuales se alojaban los soldados, normalmente cubículos de pequeñas dimensiones. La disposición interna más habitual implicaba la posición en el centro del fuerte del pozo, los espacios de cierta relevancia (horreum, pretorio, baños, aedes) en las esquinas y, entre estos, los barracones de los soldados. Evidentemente, esta disposición podría variar dependiendo de la cronología y morfología del fuerte.

Figura 4. Imagen del praetorium de Dios/Iovis. Fuente: M. Reddé.
Figura 4. Imagen del praetorium de Dios/Iovis. Fuente: M. Reddé.

Cronológicamente, los primeros hydreumata aparecen en el siglo III en la ruta que unía Berenike con Apolonópolis Magna, surgiendo posteriormente las fortificaciones en las vías que unían Berenike y Myos Hormos con Koptos. De hecho, a partir de la conquista romana y con la creciente relevancia de esta última ciudad como punto de gestión y control de los recursos y riquezas procedentes tanto del Desierto Arábigo como del comercio del Mar Rojo, la ruta que se dirigía hacia Apolonópolis fue perdiendo relevancia, quedando buena parte de sus fuertes abandonados y tomando mayor importancia las vías hacia Koptos, donde aparecieron un gran número de nuevos praesidia, a la vez que se refortificaban algunos de los ya existentes. Documentos epigráficos recuperados en fuertes como los de Siket, Phoenicon, Didymoi o Aphrodito permiten determinar la evolución de estos praesidia, de tal modo que sabemos que en época flavia se llevó a cabo una importante tarea de acondicionamiento en éstos bajo el gobierno del prefecto de Egipto L. Iulius Ursus, ordenando la construcción de pozos fortificados cada 40 km en las rutas que unían Myos Hormos y Berenike con Koptos.

En el siglo II se mantuvo la operatividad de la mayoría de los fuertes, aunque a finales de esta centuria e inicios del siglo III se empezaron a documentar evidencias de cambios y adaptaciones a un nuevo contexto político y económico. Así, se empiezan a documentar abandonos de algunas de las estructuras más lujosas como baños o templetes y, en general, se observa un menor nivel de organización y una mayor precariedad en la arquitectura de los fuertes. Todo este proceso culmina durante la segunda mitad del siglo III, cuando buena parte de los hydreumata/praesidia son abandonados. Este proceso se puede vincular a diversos hechos, como la inestabilidad general en Egipto, ejemplificada por la breve conquista por parte de Zenobia de Palmira o por las evidencias de ataques e incursiones de las poblaciones nómadas de la región, que dificultaban cada vez más el tráfico comercial y la explotación de los recursos minerales. Precisamente esta última situación se documenta de forma muy precisa en el caso de Xeron Pelagos, en donde diversos ostraca recuperados se identificaron como recibos de entrega de cantidades de pan a diversos personajes con nombres de clara filiación indígena. La interpretación más aceptada hablaría de la obligación de estos fuertes de entregar cantidades determinadas de alimentos a estas tribus nómadas locales (blemios o trogoditas), cuya presión en la zona, juntamente a la decreciente presencia militar romana, situó a las guarniciones de los praesidia en una posición muy delicada. Por lo que respecta al caso de la vía entre Myos Hormos y Koptos, este fenómeno iría fundamentalmente asociado al abandono del puerto del Mar Rojo, que dejó de estar operativo precisamente a lo largo del siglo III. Con el resurgimiento de la actividad económica en la zona, ejemplificada en el crecimiento de Berenike, no se volvió a ocupar la red de fortificaciones y, solo puntualmente y de forma breve, se fueron dando pequeñas reocupaciones de algunos de estos núcleos hasta época bizantina.

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