Elena Duce Pastor (Universidad Autónoma de Madrid)
Elena Duce Pastor nació en Madrid (1989). Es Licenciada en Historia (2011) y Graduada en Ciencias de la Antigüedad (2017) por la Universidad Autónoma de Madrid. Se dedica principalmente al mundo griego antiguo desde una perspectiva de género. Su tesis, defendida en 2019 en la misma universidad, versaba sobre los matrimonios en la Grecia Antigua. Ha realizado estancias postdoctorales en la Fondation Hardt (2021), en Ohio State University (2022), en la Sapienza Università di Roma (2022), en la National Hellenic Society en Atenas (2023) y en la Università di Catania (2024). Actualmente es profesora ayudante doctor en la Universidad Autónoma de Madrid en el área de Historia Antigua. Sus intereses como investigadora son las mujeres griegas, los contactos culturales en la colonización arcaica y la legitimidad del matrimonio en el mundo griego.
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Borja Antela-Bernárdez nació en 1977 y creció en Moaña (Pontevedra). Se licenció en Historia en 2000 en Santiago de Compostela donde también obtuvo su doctorado en Historia de Grecia Antigua (2004) bajo la dirección de X. C. Bermejo Barrera junto con F. J. Gómez Espelosín. Sus intereses de investigación son muy amplios, desde la historiografía hasta la recepción clásica pasando por la teoría de la historia, la historia de la guerra y sus víctimas, pero sobre todo ha dedicado sus mayores esfuerzos a profundizar en la figura de Alejandro Magno y en las formas de legitimación de la realeza macedonia y helenística. Ha publicado unos cuantos libros, entre los que destacan Historia Viva (2019) y Olympias of Epirus. With a Prologue by E. Carney (2022). Desde 2003 es catalán de adopción, y profesor (desde 2005) de la Universitat Autònoma de Barcelona.
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Con una estructura parecida al Encomio a Helena de Gorgias, Borja Antela-Fernández estudia la figura de Olimpia del Epiro desde las fuentes clásicas y la historiografía posterior. Con un estilo directo y ameno se pregunta sobre la huella de los estereotipos de Género asociados a las mujeres y su eco en la historia.
Quizá la pregunta más básica, pero la más evidente es ¿por qué hace falta hacer una apología de Olimpia del Epiro? ¿Qué es básicamente lo que sabemos de la reina macedonia?
Debo aclarar para empezar que mi intención con el uso del término ‘apología’ era el de recuperar y homenajear la idea misma de apología en tanto que defensa, un poco ante el descrédito, como en un proceso judicial, de Platón en su Apología de Sócrates, pero también, mucho más cercano a mí y a mis gustos, de Marc Bloch, el héroe de la resistencia francesa contra el fascismo, fundador de Annales, en su Apología de la historia.
Hace falta defender, por tanto, a Olimpia, porque los historiadores (y digo esto en masculino, porque la inmensa mayoría hemos sido hombres), griegos y romanos tanto como modernos, han transmitido una imagen de Olimpia del Épiro que no se corresponde con la realidad. Yo también, antes de hacerme preguntas, me creí, como tod@s, la versión más habitual, de Olimpia como femme fatale, histérica, celosa y bruja. Pero una profunda hermenéutica de las fuentes me hizo dudar, llegado el caso: en especial un texto de Valerio Máximo donde afirma que hay esposas ejemplares de tipos diversos, y cita como tales a Cornelia, madre de los Graco, que es el modelo romano por antonomasia de mujer, y Olimpia, que es todo lo contrario a Cornelia en nuestras fuentes y difícilmente saldría en una lista de ‘buenas esposas de la historia’, y sin embargo Valerio Máximo lo valora así; es decir, que había una percepción de Olimpia por los antiguos diferente de la que nos habían llegado en las fuentes que se nos conservan. Por tanto, si no todo era malo en Olimpia, valía la pena observar cómo se había construido su retrato. En ello me sorprendió sobre todo la quizás inocente manipulación de las traducciones de fuentes, en especial en relación con términos sobre los pharmaká: cuando Alejandro u otros hombres y héroes los emplean, son remedios o medicinas, y cuando los emplea Olimpia, se traducen por encantamientos o hechizos, o brujerías. Todo ello me llevó a construir una revisión crítica de lo que se ha supuesto sobre ella simplemente porque, como Cleopatra o Fulvia, era una mujer con poder en un mundo de opiniones profundamente misóginas.
Olimpia es presentada en la historiografía como un personaje colérico, dificil de dominar. Furiosa por las otras esposas de Filipo, madre dominante de Alejandro, todos esos tópicos están en los autores antiguos ¿por qué se sigue sin crítica histórica este modelo? ¿Qué ha hecho que maticemos o discutamos las calificaciones de los autores antiguos sobre Alejandro y Filipo pero no sobre su madre?
Éste fue un aspecto que me sorprendió completamente. La ausencia de crítica por parte de los historiadores modernos sobre mundo antiguo desde el s. XIX parece que no ha querido tomar un punto de vista crítico, en modo alguno, en relación con el retrato que las fuentes realizan sobre ciertas mujeres. Quizás porque los arquetipos, tan cinematográficos para nosotros pero al mismo tiempo tan enraizados en nuestra cultura desde sus mismos fundamentos, de femme fatale, de mujer colérica, de la pasionalidad emocional descontrolada de la(s) mujer(es) siguen rigiendo la percepción que un enorme colectivo de hombres tiene sobre la mujer y lo femenino, sea esto antiguo o moderno. Baste observar comentarios sobre Kamala Harris (alguien decía que cómo podían fiarse de votar a alguien que podría iniciar una guerra si le venía la regla; ¡estamos hablando de una mujer de una edad que ya ha superado la menopausia!) para entender que los hombres, y también los de la academia, se mueven en arquetipos acríticos, manidos, y muy de la cultura popular. Por desgracia, ello deja a la mitad de la población, las mujeres, al margen de la historia. Cierto que las diferentes oleadas del feminismo, y la forma en que éstas se han traducido en el estudio del mundo clásico, han cambiado el panorama y los marcos teóricos y de aproximación, pero en ciertos aspectos y temas, la interpretación heteropatriarcal y burguesa siguen campando a sus anchas. El eminente Waldemar Heckel afirma en un trabajo que Filipo dejó a Olimpia y se casó con la muy joven Cleopatra porque Olimpia ya tenía cierta edad: esta visión burguesa y contemporánea de la atracción de hombres mayores por mujeres muy jóvenes, tan de nuestros días (por desgracia), no tiene correlato histórico (Filipo ya tenía una esposa muy muy joven entonces, como era la adolescente Meda, por lo que este argumento no se sostiene en modo alguno, al tiempo que no sabemos si Filipo ‘dejó’ a Olimpia pues no hay evidencia clara e indiscutible de ello, mientras que hay muchas que muestran lo contrario).
Ahora mismo estoy analizando la figura de Roxana, esposa de Alejandro, y observo con pavor que no hay nada en los historiadores de Alejandro desde el s. XIX que sea diferente de lo que dicen las fuentes, que se reproduce obra tras obra a pies juntillas sin crítica alguna, y sin interés, yo diría, por ir más allá, como si estas mujeres no fuesen de interés histórico, como si no fuesen objetos de estudio válidos. Baste decir que, por ejemplo, el grandísimo George Cawkwell no dedica a Olimpia ni una sola línea en su libro sobre Filipo de Macedonia. ¿Puede alguien imaginarse una biografía de un personaje histórico donde no se mencione ni una sola mujer? ¿Dónde las mujeres de la vida de un personaje como Filipo, su madre y sus esposas, sus concubinas, sus mujeres, las cautivas de sus ejércitos, sus esclavas y amantes, y el resto de la las mujeres de la corte, no tengan un lugar de atención? ¿Es esa la historia que queremos? Por mi parte, no participaré, mientras pueda, en algo así. Antes de ser consciente de ello, quizás, pero ya no más.
Olimpia se asocia a la superstición. Es iniciada en los misterios de Samotracia, donde conoce a Filipo y se vincula a las serpientes. Esos ritos, éxtasis y episodios sorprendentes por el terror que inspiran en quienes lo contempla se vinculan a su origen ilirio, que la vincula a los tracios. No deja de ser una barbarización del personaje ¿Era Olimpia tan bárbara?
En modo alguno. Ciertamente, los autores (modernos, del XIX y el XX) que hablan de Olimpia como Iliria son aquellos que tienen en mente el conflicto entre Albania, Grecia y las regiones de los Balcanes, en el s. XIX y XX. Pero siempre ha habido una intención de barbarizar a Olimpia. En primer lugar, mediante la concepción y descripción de ella como sometida a su pasión, incluso desmesurada pasión religiosa, pero también emocional y amorosa. Ello la convierte a ojos de nuestros historiadores antiguos y de aquellos que escriben sobre ella en nuestros días, en una figura descontrolada, perdida. Asimismo, el retrato de ella como mujer sin escrúpulos, sin piedad, que hará cualquier cosa por su hijo Alejandro, sirve de una parte para dejar de responsabilizar a Alejandro de muchos crímenes, que caen sobre Olimpia. De nuevo, la fascinación de los historiadores por sus personajes protagonistas, que los convierten en héroes aunque no merezcan ser defendidos.
Por otra parte, Olimpia es retratada como una nueva Medea, y ello es sumamente interesante. Al colocarla en este arquetipo, famoso y fácil (para los antiguos y para nosotros), no hace falta explicar el personaje, que simplemente entra dentro de los elementos del arquetipo. Pero la historia habla de lo concreto, y Olimpia merece ser observada por sí misma, en su contexto, con todos los datos disponibles, más allá de lo que diga la tradición, más allá de la opinión general, a la luz de las dudas que plantean muchas de las afirmaciones poco fundamentadas sobre las que se articula su retrato histórico.
No podemos dejar de dar importancia al tema de las curaciones y el uso de pócimas. Mientras que Olimpia usa venenos, como Medea y eso es sancionado como una mala arte, su hijo Alejandro tiene poderes curativas porque es descendiente de Aquiles. Más allá del binarismo propio de las discriminaciones de género, ¿por qué se trata de manera diferente?
Permíteme que te diga que yo llamo a esto ‘la traición de los traductores’. Es magnífico como ejemplo de control de discurso. Olimpia proviene de una familia de reyes que curan. No es extraño este elemento de la legitimación real, que, de nuevo, ha sido estudiado por ejemplo para los reyes de Francia en la Edad Media por Marc Bloch. Como decía, cuando Olimpia emplea elementos curativos las traducciones emplean términos como hechizos, pócimas, o venenos, pero cuando el resto de miembros masculinos de su familia que sabemos que curan (Alejandro, Aquiles, Pirro), las mismas palabras que son interpretadas como hechizos y venenos se traducen por medicinas y remedios. Sin duda, el sesgo es importantísimo. Me pregunto cómo es que nadie lo había visto hasta ahora. Yo no soy más listo que nadie, y siento que hemos sido parte de un engaño que tiene sus raíces en el patriarcado y en cómo éste, en tanto que sistema de interpretación y comprensión de la realidad, ha dictado el modo en que los personajes deben ser leídos, más allá de la realidad y de los datos, que están a la vista de cualquier buen observador.
Comparas a Olimpia con Medea, tanto por la preparación de bebedizos como por matar a los hijos de su marido, en este caso a Cleopatra y su hijo. ¿Era Olimpia la constatación real de que la mujer no sometida era un peligro para el varón o estamos ante un tópico literario que se reproduce?
La cuestión podría ir más allá: ¿era Olimpia, como dices, una mujer ‘no sometida’? De hecho, podríamos decir que por lo que sabemos Olimpia era una mujer tradicional, que cuidaba de sus hijos, de su marido (sabemos de su correspondencia con Filipo, que era respetada por los griegos incluso en tiempo de guerra) y su hijo, que lleva a cabo ritos que son propios de la figura femenina de mayor rango en su familia (que es una familia de la realeza, claro). Sabemos también que cuida de los hijos de otras esposas de su marido una vez estas fallecen, como sucede con Tesalónica (y para mi este cuidado elimina el argumento del rencor, o los celos contra otras mujeres de su esposo, o contra el hermanastro de su hijo, Filipo Arrideo, de quien Plutarco señala que tenía una enfermedad mental que le había provocado Olimpia con sus venenos… aunque yo creo que en realidad sus potingues eran para curarlos, pues, como ya he dicho, Olimpia proviene de una familia que sobresale como curanderos, entre otras cosas).
¿Era Olimpia una mujer ‘liberada’? Esta es la trampa de los antiguos, que la muestran (en especial Plutarco, que tenía una mentalidad retrógrada en relación con las mujeres, como demuestran sus obras, en especial aquellas destinadas a dar consejos a las esposas y esposos) como una mujer que escapa al control de los hombres. No sé si podemos decir que Olimpia fuese una mujer liberada (o al menos yo creo que ella no lo era), pero sí que era una mujer con agencia propia. Ciertamente, es miembro de la familia real, y yo diría que tiene gran preeminencia en esta familia, que tiene un rol importante en ella, pues aparece con gran visibilidad en muchas ocasiones, en especial en aspectos de carácter religioso y ritual.
Y es aquí, en estos datos sobre su religiosidad, donde se construye el mito de la ‘Olimpia liberada’, pues Plutarco la describe como una Bacante descocada y totalmente ida por el furor con que vivía los rituales báquicos. Claro, creo yo que lo que sucedía es que tenía un papel primordial, directivo, en estos rituales, en tanto que mujer de la familia real, pero de nuevo, el mito fantasioso de la mujer pasional, celosa y sin escrúpulos, sometida a sus propios vicios y deseos, es de hecho una trampa absoluta de la tradición misógina de los antiguos. Y por tanto, Olimpia como Cleopatra es un ejemplo que los autores antiguos emplearon para alertar a sus auditorios y sociedades/culturas sobre el peligro que suponían estas mujeres, desde la auténtica fantasía. Lo peor es que hemos comprado este relato y nos lo tragamos a pies juntillas sin cuestionarlo, y cuando conseguimos cuestionarlo, su impacto en la recepción y la tradición clásica (como ejemplifica el papel de Angelina Jolie en Alejandro, de Oliver Stone) mantiene este modelo porque es sencillo y el público lo entiende bien. El público lo entiende y no lo cuestiona porque ello está en el fundamento de nuestra forma de ver el mundo. Y para cambiarlo hay que cambiar esto.
Finalmente nos gustaría hablar sobre los aspectos de Olimpia que no la vinculan a una bruja malvada. Concretamente, querríamos centrarnos en el religioso, pues Olimpia es dedicante en Oropo y en Atenas. Este tema nos habla de las conexiones entre diferentes espacios del mundo griego a través de las dedicaciones monumentales. Además, no deja de ser una mujer de la familia real la protagonista ¿Qué tipo de poder o de promoción de la familia nos está hablando estas dedicatorias? ¿Cómo se toma en una ciudad como Atenas, donde el papel de las mujeres era muy diferente?
Ciertamente, coincido contigo en que el aspecto religioso, tan asociado a las mujeres y a lo femenino en Grecia antigua, es nuestra via para comprender y observar detalles que no entran en el modelo del arquetipo. Efectivamente, como mujer de la familia real (en Macedonia, donde muchos aspectos son diferentes de los de la Grecia continental y de las poleis) Olimpia debió tener diferentes prerrogativas. De hecho, sabemos ya que la madre de Filipo tuvo prerrogativas religiosas y aparece como dedicante en diferentes testimonios. Por tanto, Olimpia no es, en modo alguno, única, sino que forma parte de su contexto, el de la realeza macedonia y el lugar que las mujeres funcionan en ella. Así, podemos observar que las mujeres de las familias reales helenísticas son preeminentes en aspectos sobre religión, o sobre auxilio tras catástrofes (un tema muy asociado a lo religioso, por otra parte) y ello seguramente tiene que ver con que estas siguen el modelo de las mujeres de la realeza macedonia (argéada) de la que son herederas culturales directas, pues los reinos helenísticos son en su fundamento monarquías de corte macedonio.
Aparece Olimpia en el Euxenipo de Hipérides como autoridad que mantiene agentes en Atenas, para realizar sus compras, pero quizás también para gestionar aspectos administrativos y religiosos. Asimismo, el oráculo y santuario de Dodona, tan importante en el mundo griego, estaba gestionado por la familia de los Eácidas, reyes del Épiro, de la que Olimpia era miembro, y de ello sabemos que era la autoridad máxima en relación con este santuario y oráculo, de tan renombre y autoridad en Grecia. Por tanto, diferentes elementos (como el de la Olimpia Bacante que he mencionado antes, o este domino sobre Dodona) ponen de manifiesto la autoridad de ciertas mujeres en una Grecia tan misógina como la de las poleis que escapa a muchos de los discursos tradicionales sobre el papel de las mujeres en aquellos tiempos. Estas excepciones son oro puro, pues nos sirven para cuestionar cuanto sabemos, y sobre todo, para cuestionar también nuestros arquetipos, aquellos que siguen funcionando en nuestro tiempo y que vienen de muy lejos, dentro del patrimonio que hemos adoptado como legado y herencia del mundo clásico.