PAISAJES DEL INFRAMUNDO. LA LEYENDA DEL AGUA DE LA VIDA EN LA NOVELA DE ALEJANDRO. ENTREVISTA A ALEJANDRO JIMÉNEZ CID

Elena Duce Pastor (Universidad Autónoma de Madrid)

Elena Duce Pastor nació en Madrid (1989). Es Licenciada en Historia (2011) y Graduada en Ciencias de la Antigüedad (2017) por la Universidad Autónoma de Madrid. Se dedica principalmente al mundo griego antiguo desde una perspectiva de género. Su tesis, defendida en 2019 en la misma universidad, versaba sobre los matrimonios en la Grecia Antigua. Ha realizado estancias postdoctorales en la Fondation Hardt (2021), en Ohio State University (2022), en la Sapienza Università di Roma (2022), en la National Hellenic Society en Atenas (2023) y en la Università di Catania (2024). Actualmente es profesora ayudante doctor en la Universidad Autónoma de Madrid en el área de Historia Antigua. Sus intereses como investigadora son las mujeres griegas, los contactos culturales en la colonización arcaica y la legitimidad del matrimonio en el mundo griego.

***

Alejandro Jiménez Cid (Madrid, 1978) es Licenciado en Historia del Arte y Doctor en Estudios del Mundo Antiguo (2020) por la Universidad Complutense de Madrid, y Graduado en Música (2005) por la Universidad de Groninga (Países Bajos). Ha publicado los ensayos Andrómeda y la mirada libertina (Premio de Ensayo UNED María Zambrano 2015; Málaga, 2016), Pornogramas (Madrid, 2018), La cólera de Goku: Épica para la era del exceso (Salamanca, 2024) y Paisajes del inframundo. La leyenda del agua de la vida en la Novela de Alejandro (Sevilla, 2023), siendo este último una libre reelaboración de materiales recogidos para su tesis doctoral, Pervivencia y transmisión de elementos grecolatinos en el mito de Alejandro en la literatura indopersa, dirigida por Adolfo J. Domínguez Monedero. Además, tiene publicados cerca de un centenar de artículos académicos, literarios y periodísticos en torno a diversas temáticas. Actualmente trabaja como técnico facultativo en la Biblioteca Pública del Estado en Segovia.

***

Jiménez Cid, A. (2023): Paisajes del inframundo. La leyenda del agua de la vida en la Novela de Alejandro, Sevilla - Madrid: Editorial Universidad de Sevilla - UAM Ediciones, ISBN: 978-84-8344-867-0.
Jiménez Cid, A. (2023): Paisajes del inframundo. La leyenda del agua de la vida en la Novela de Alejandro, Sevilla – Madrid: Editorial Universidad de Sevilla – UAM Ediciones, ISBN: 978-84-8344-867-0.

Alejandro Magno es un personaje que ha fascinado a generaciones, tanto en la Antigüedad (cuentan que Julio César se sentía acomplejado por su figura) como en todas las épocas. Alejandro Jiménez Cid analiza la leyenda de Alejandro, la mitografía y mutación del personaje en el Oriente a lo largo de los siglos.

Tu libro es un claro ejemplo de cómo Alejandro Magno es mucho más que un personaje histórico y que marca muchos elementos culturales que ligan a Oriente y Occidente. En una frase, ¿qué tuvo la vida de Alejandro Magno para sostener tal relevancia histórica y mítica en tiempos posteriores?

La historia tiene mucho de ficción colectiva, y en el caso concreto de la figura de Alejandro, tan mitificada y tan mistificada, es muy difícil deslindar lo real de lo imaginario; sin embargo, es lógico que un líder político y militar capaz de llevar a sus ejércitos a los confines del mundo conocido (y esto es un hecho histórico indiscutible) se convirtiera en protagonista de todo tipo de narrativas centradas en la grandeza, la ambición y, al fin, la desmesura. Una de las claves de la inaudita proyección de Alejandro podría estar en que él mismo, en vida, hubiera plantado de forma consciente e intencionada las semillas para entroncarse en la tradición mítica; pero, aunque los autores antiguos escribieran sobre su identificación con Heracles, Amón o Dioniso, el hecho de que él mismo favoreciera este proceso de automitificación es una conjetura imposible de demostrar.

Defines a Alejandro como un viajero. Él es el héroe trágico, el filósofo, el personaje excesivo lleno de hybris, al que le afecta un pothos, una fuerza divina que le impulsa a la tragedia. ¿Qué quieres decir con el uso de pothos de manera recurrente?

Efectivamente, en uno de los pasajes más “filológicos” del libro, incido en que los autores antiguos recurrieron sistemáticamente al término pothos para definir la motivación de Alejandro. Es una palabra con un significado muy específico; Carlos García Gual la tradujo una vez como “anhelo infinito”, refiriéndose a ese tipo de metas que cuando se alcanzan se ven inmediatamente sustituidas por otra más lejana, y así sucesivamente. El pothos es el impulso contradictorio que define a Alejandro como personaje literario: lo hace sobrehumano, pues desafía a los mismísimos dioses en su búsqueda sin límites, y al mismo tiempo lo hace humano, pues eso de no saber estar nunca satisfechos con lo que tenemos es una desazón que todos conocemos y con la que todos podemos identificarnos en gran medida. Los únicos capaces de contentarse con lo que tienen son los sabios, y excepto en algunos textos sapienciales del Medievo en los que el personaje se confunde con el Salomón bíblico y adopta los modos de un rey filósofo, el Alejandro de la literatura no es un sabio, sino todo lo contrario: es un hombre de acción. El pothos actúa como motor permanente en la cadena de acciones que ritma la Novela de Alejandro tardoantigua, en un crescendo fabuloso que acaba llevando a su protagonista a buscar las fuentes de la inmortalidad.

En tu libro planteas cómo la figura de Alejandro pronto se mitifica para dar respuesta a las figuras de autoridad que va reclamando la historia posterior; concretamente hablas de unas tempranas influencias egiptizantes que ya evidencian el proceso. ¿Por qué se produce este proceso ya en la Antigüedad?

Como comentaba antes, no hay forma de saber si el Alejandro histórico se propuso iniciar él mismo el proceso de convertirse en mito; pero los que sin duda salían ganando mucho con su mitificación y deificación, como herramienta propagandística para legitimarse ellos mismos en el poder, eran sus antiguos compañeros: los diádocos, y especialmente los Tolomeos. Por eso la Vida de Alejandro del Pseudo-Calístenes, que no sin razón fue compuesta en Alejandría de Egipto, se inventa una historia folletinesca (muy en la línea de la novela helenística) para hacerlo hijo del faraón Nectanebo y por ende legítimo sucesor de las milenarias dinastías de los reyes de Egipto; el pobre Filipo pasa a ser un falso padre, como el San José de los villancicos. Más adelante, en la rama oriental de la leyenda, los persas recurrirán al mismo truco para legitimar a Alejandro como rey histórico de Persia, entroncándolo con la dinastía aqueménida y haciéndolo hermano de Darío, lo que eleva la narración a un tono casi shakespeariano al convertir la guerra entre ambos reyes en una disputa fratricida.

El viaje de Alejandro tiene algo que alimenta el oriente exótico y mágico, siendo la India el destino más proclive a esa comparación. Lo místico y lo magnífico toman protagonismo en un mundo más imaginado que real. En ese sentido querríamos detenernos en la novela de Alejandro y la importancia de la novela helenística: ¿qué hace de Alejandro Magno un personaje apto para ser el héroe como lo habían sido en el pasado Perseo o Jasón? ¿A qué realidad e imagen responde la novela y cómo contribuye en la visión posterior?

Los protagonistas de la novela helenística ya no son Perseo, Jasón o los héroes de Troya, que habitan el pasado atemporal del mito, sino personajes reales o de ficción que se mueven en las coordenadas temporales de la historia. Por ficticios que sean los personajes de Leucipa y Clitofón, su autor Aquiles Tacio los presenta caminando por la Alejandría de los Tolomeos y aprovecha para describirla con todo lujo de detalles. E igualmente, se prodigaron novelas trufadas de elementos fantásticos pero protagonizadas por personajes históricos: Semíramis, el faraón Sesoncosis o el propio Alejandro en la obra del Pseudo-Calístenes. Fue una cuestión de cambio de gusto, o más bien de paradigma, en la época helenística, que fue desplazando el interés del público de lo heroico (que es como una franquicia de lo divino) a lo humano. Eso sí, por humanos que fueran los relatos, para dotarlos de mayor atractivo se recurrió sistemáticamente a lo extraordinario, a lo alejado de lo cotidiano. Por convención, eso se traduce en lejanía geográfica, y por eso las novelas helenísticas buscan lo exótico y llevan al lector a Egipto, Etiopía, Babilonia, la India… e incluso al Círculo Polar Ártico en Las maravillas de allende Thule de Antonio Diógenes. En este movimiento centrífugo que va de lo históricamente verosímil a la paradoxografía pura y dura, cuanto más nos alejamos del Mediterráneo más fabulosas se vuelven las historias. El viaje de Alejandro a Oriente constituía, por tanto, el tema perfecto para este género.

La huella de Alejandro pervive a su muerte en múltiples facetas; una de ellas deriva de la ampliación del mundo griego hasta las puertas de la India. Alejandro funda numerosas ciudades con su nombre, Alejandría, siendo, como mencionas, una “franquicia urbanística”. La más simbólica es la Alejandría de Egipto, puente entre Asia y Europa y que se retrotrae a los tiempos de Homero. Teniendo en consideración la importancia de fundar ciudades, establecer rutas y asentar población, ¿qué tipo de personas vivían en esas Alejandrías y cuál es su contribución al sentirse herederos de Alejandro? ¿Son estas personas las que inician la leyenda de Alejandro o es algo mucho más global?

Por supuesto que la leyenda de Alejandro es fruto y reflejo del mundo helenístico, obra no solo de los habitantes de las Alejandrías sino de las muchas ciudades del mundo vagamente “globalizado” que quedó en la estela de las conquistas macedonias. Pero lo más interesante, y uno de los pilares de mi libro, es que el desarrollo de la Novela de Alejandro como obra literaria sigue el mismo camino que las rutas comerciales que articulaban aquel mundo uniendo el Mediterráneo con Asia Central, esto es, la Ruta de la Seda. Si inicialmente la Novela se compuso en la Alejandría de Egipto, su transmisión la lleva a Éfeso y el Levante Mediterráneo, a Armenia, a Osroene, a Mesopotamia, a Persia y al Valle del Indo, siguiendo grosso modo los pasos de las conquistas históricas de su protagonista. En cada parada del trayecto, el texto se fue enriqueciendo con nuevas reinterpretaciones del material original, así como con la incorporación de historias locales. Al final de su recorrido nos encontramos, pues, con un texto rabiosamente transcultural; el hecho de tener una autoría global, o coral, redunda en su altura literaria. Si bien el Pseudo-Calístenes original era una obra más bien popular y de calidad irregular, su reelaboración mil años más tarde por el poeta persa Neẓāmí de Ganŷé se puede considerar una cumbre de la literatura universal, injustamente desconocida en Occidente.

La Novela de Alejandro, cuya primera versión conservada es la de Pseudo-Calístenes, posiblemente de época bizantina, nos presenta la búsqueda de Alejandro del agua de la vida. La principal tesis de tu libro es la perduración de dicho mito en tradiciones posteriores en el mundo islámico y en Persia. ¿Podrías definirnos cúal es la base de “la búsqueda de la vida”?

Reduciendo la historia a su mínimo esqueleto, se trata del viaje (en gran medida, viaje iniciático) de un héroe en busca del elixir de la inmortalidad: este puede aparecer, dependiendo de la tradición, bajo la forma de una fuente de agua, de un fluido luminoso o de una planta medicinal que concede la vida eterna a quien la consume. Para buscar el elixir, el héroe (en nuestro caso, Alejandro) tiene que emprender un largo viaje más allá de los confines del mundo, hasta llegar a un lugar donde reina la oscuridad y predomina el elemento acuático. Allí típicamente se tiene que enfrentar a una serie de pruebas, entre las que destacan una serie de preguntas o acertijos que le plantean seres sobrenaturales en forma de pájaro, e invariablemente fracasa en su búsqueda tras tener la inmortalidad al alcance de la mano. Al cabo, se trata de una fábula moralizante sobre la inexorabilidad de la muerte.

Si bien la conquista árabe mira inicialmente con desprecio a la cultura clásica, la quema de la mermada biblioteca de Alejandría es un gran ejemplo, pronto queda imbuida en la novela de Alejandro. Defiendes que el propio Corán está recogiendo este pasaje personificado en Moisés. ¿Cómo es eso posible?

El Corán se nutre de las leyendas más diversas: es un fascinante nodo de intertextualidad en el que se dan cita elementos semitas y cristianos junto a motivos míticos residuales cuya procedencia se remonta a la antigua Mesopotamia. El genio de Mahoma consiste en sintetizar y reelaborar todas estas leyendas que había escuchado en sus viajes y darles una forma poética y profética. Entre ellas estaba la Novela de Alejandro en su rama oriental (Alejandro aparece en la azora de la Caverna como D̠ū ‘l-Qarnaīn, “el bicorne”), pero también tradiciones rabínicas y mesopotámicas (la sombra del Gilgamesh). El pasaje coránico de Moisés y el agua de la vida, que aparece en la misma azora, es una mezcla de estas tres fuentes. Como hizo notar Norman O. Brown, toda esta sección del Corán posee cierta cualidad onírica; como en los sueños, la identidad de los personajes se vuelve fluida, y la visión sintética de Mahoma, que compuso el texto en trance, sabe ver en Alejandro y Moisés el arquetipo único del héroe buscador. Para el mitógrafo ambas figuras son, por tanto, intercambiables.

En cuanto a ese supuesto desprecio de los musulmanes hacia la cultura clásica, sobre esto habría mucho que matizar. Bajo la dinastía abbasí, los árabes veneraban la ciencia y la filosofía griegas, lo que propició un auténtico renacimiento de la cultura clásica con epicentro en el Bagdad de los siglos VIII-X. Luego, con el advenimiento de las dinastías turcas y el ascenso del fundamentalismo religioso, la situación cambió por completo y el mundo islámico se volvió más cerrado, más ensimismado y hostil a elementos externos. Pero eso no quita que, durante un largo período de la Edad Media, hubiera actuado como el principal canal de preservación y transmisión de la herencia grecolatina.

La novela de Alejandro va y viene con elementos anteriores y posteriores, uno de los más interesantes es el Poema de Gilgamesh. ¿Cúal es su aportación? ¿Cómo funciona esta comunicación entre Oriente y Occidente?

El episodio del viaje a la oscuridad en busca del agua de la vida, que es el eslabón común entre el Gilgamesh y la Novela, empieza a incluirse en esta en las recensiones escritas a principios del s. VII en Oriente Medio, en torno a las ciudades de Edesa y Harrán. Esto fue porque allí coincidió el Pseudo-Calístenes griego con las antiguas tradiciones mesopotámicas, en concreto (de acuerdo con mi hipótesis) con una versión del Gilgamesh en arameo. A los autores de la época les resultó natural encontrar un paralelismo entre los protagonistas de ambas epopeyas y sus peripecias: tanto Alejandro como Gilgamesh eran dos reyes que vivieron en la remota antigüedad, que desafiaron a los dioses con su hybris y que emprendieron un viaje a los confines del mundo. Ambas figuras se fundieron y confundieron en la leyenda como sendas personificaciones de un único héroe arquetípico, y se empezó a atribuir a Alejandro una historia originariamente protagonizada por el rey de Uruk.

Alejandro conquistó Persia dos veces, en primer lugar cuando ocupa el trono de Persépolis y en segundo lugar cuando la tradición de la novela de Alejandro traspasa los límites del mundo iranio. ¿Qué aportaciones supone?

Lo que más cambia en estos dos advenimientos de Alejandro, primero el histórico y mil años más tarde el legendario, es la construcción del personaje por parte del propio pueblo persa. Tras la campaña macedonia, la imagen que quedó de Alejandro en el folclor iranio fue negativa; el conquistador extranjero era visto, en el mejor de los casos, como un usurpador, cuando no como un demonio o un ogro comeniños. Sin embargo, en el Medievo llega a Persia la religión islámica; y, puesto que Alejandro D̠ū ‘l-Qarnaīn aparece legitimado en el Corán como un rey profeta, no les quedó más remedio a los persas que hacerle un lavado de cara a esta figura de su pasado a la que hasta entonces se había tenido en tan poca estima. Como dije antes, se inventaron una historia folletinesca para integrarlo en la dinastía aqueménida, y su nombre empezó a figurar con letras de oro en las crónicas y en los poemas épicos. El más importante de estos es el Šāhnāmé de Ferdōsí, que se considera la epopeya nacional de Irán, y que incluye entre sus cantos una amplia versión de la leyenda de Alejandro derivada de la rama oriental del Pseudo-Calístenes.

En la búsqueda del agua de la vida hay elementos comunes: el más básico, el agua que da la inmortalidad y que el rey anhela conseguir, el ayudante que la encuentra porque el rey pasa de largo, el pescado que vuelve a la vida al tocar el agua y la experiencia de desear algo de manera excesiva. No obstante, hay aportaciones que se van añadiendo. Concretamente nos gustaría que nos contaras la versión que introduce a una joven sirvienta de origen chino que acaba derrotando al ejército.

Ya comenté que, en su viaje hacia Oriente, la Novela de Alejandro sigue los caminos de la Ruta de la Seda, absorbiendo historias de los repertorios locales e integrándolas en su trama. Una de las historias que a la sazón circulaban por Asia Central era la de la doncella que se hace pasar por hombre para combatir en la guerra. En China se popularizó como la leyenda medieval de Mulán, que hoy se conoce en todas partes merced a los tentáculos globalizadores de la factoría Disney, y en Persia se integró en el mito de Alejandro de mano del poeta Neẓāmí de Ganŷé, quien en el Šarafnāmé narra las hazañas de esta belicosa doncella en la campaña de Alejandro contra los rusos (¡sí, contra los rusos!), así como sus amoríos con el macedonio en un pasaje erótico de gran sensualidad y belleza. Significativamente, Neẓāmí llama a este personaje “la esclava china”, lo que denota a las claras la procedencia de la leyenda.

Sin embargo los elementos comunes, como las aguas que dan la vida eterna custodiada por seres alados que, ya en época medieval, hacen preguntas al que se acerca, son constantes. ¿Por qué el inframundo asociado a la inmortalidad es un espacio concebido de manera parecida?

Resulta significativo que la representación del inframundo, o lo que es lo mismo, del reino de los muertos, sea similar en culturas geográfica y cronológicamente muy dispares. ¿Cómo imaginamos el más allá? Algunos rasgos son explicables por la universalidad de ciertos fenómenos psíquicos inherentes al ser humano, como las sensaciones asociadas a las experiencias cercanas a la muerte; un ejemplo sería la famosa “luz al final del túnel”. Otros, por la interpretación de la muerte como una simbólica inversión del nacimiento, un regreso al útero: el inframundo de las tradiciones egipcia, mesopotámica y griega (véanse las laminillas de oro órficas) es un lugar oscuro y húmedo, como el útero; para emerger en el mundo de los muertos, Gilgamesh atraviesa un estrecho túnel, similar al canal del parto. Otros elementos son más difíciles de explicar, como los seres alados que plantean un acertijo al alma viajera entre la vida y la muerte. Estas criaturas aparecen cumpliendo funciones semejantes en tradiciones religiosas que no han podido tener contacto entre sí: las encontramos en Egipto y entre los chamanes de Siberia, en los cultos mistéricos del Mediterráneo antiguo y entre las tribus del Amazonas. Y, por supuesto, en la Novela de Alejandro, cuya representación del país de la oscuridad, donde se encuentran las aguas de la muerte y de la vida, es todo un ejercicio de cartografía del más allá. Es un mapa del reino de los muertos que sintetiza las distintas tradiciones religiosas que se dieron cita en el lugar donde surge la leyenda y donde esta se incorpora a las narrativas sobre la vida de Alejandro transmitidas a lo largo de la Ruta de la Seda: las ciudades del limes oriental del Imperio Romano durante la Tardoantigüedad, tierra de nadie entre Oriente y Occidente, entre Antigüedad y Medievo.