David Vendrell Cabanillas (Universidad Autónoma de Madrid)
David Vendrell Cabanillas es Doctor en Estudios Artísticos, Literarios y de la Cultura por la Universidad Autónoma de Madrid. Tiene un Máster Interuniversitario en Historia y Ciencias de la Antigüedad por la Universidad Autónoma de Madrid y la Universidad Complutense de Madrid y es Graduado en Historia con Mención en Prehistoria, Historia e Arqueología hasta el Primer Milenio por la Universidad Rovira y Virgili. Su principal interés es el estudio de la cultura visual antigua, con especial atención al arte griego antiguo, la cerámica ática (especialmente en la zona etrusca) y la cultura material y visual etrusca y falisca.
RESUMEN
La Italia prerromana albergó una gran diversidad cultural, entre la cual destacó el pueblo de los etruscos, un éthnos influyente cuya lengua no indoeuropea ha sido parcialmente comprendida gracias a estudios modernos. Ocupaban una extensa región del centro de la península Itálica, conocida como la “Etruria histórica”, y territorios del valle padano y de la Campania. Su cultura se sitúa desde el punto de vista cronológico entre los siglos IX y I a.C., y dispusieron de una gran riqueza derivada de sus recursos hídricos, fértiles tierras, bosques, ganadería, pesca y sobre todo minería. Su legado artístico y cultural perduró incluso tras su integración en el mundo romano.
PALABRAS CLAVE
Etruria, Etruria meridional, Etruria septentrional, Etruria tiberina interna, Etruria padana, Etruria campana, etruscos, Mar Tirreno
1. INTRODUCCIÓN
“Los tirrenos habitan una tierra muy fértil y la trabajan con cuidado, por lo que tienen productos agrícolas en abundancia, no sólo suficientes para su sustento sino en tal cantidad que les permiten el goce de la opulencia y una vida lujosa”.
Diod. Sic. V. 41.3 (trad. Juan José Torres Esbarranch, ed. Gredos, 2004).
La península Itálica prerromana se caracterizó por una notable variedad étnico-cultural: poblaciones marcadamente diferentes poblaron el territorio de la península Itálica durante la Antigüedad, entrando en contacto entre sí y con realidades externas tanto por el ámbito marítimo (griegos y fenicios) como por el continental (poblaciones centroeuropeas).
Una de esas poblaciones itálicas fueron los etruscos, cuya lengua fue el etrusco, de origen no indoeuropeo, aunque fuertemente complementada mediante préstamos de las lenguas itálicas, y también relacionada de forma estrecha con el propio rético. El conocimiento actual del etrusco deriva principalmente de la obra de dos lingüistas de la segunda mitad de la década de 1980, Helmut Rix y Luciano Agostiniani, la cual ha permitido entender completamente la mayor parte de los textos etruscos llegados hasta nuestros días (en su mayor parte compuestos por nombres de personas y divinidades, junto a una serie muy repetitiva de verbos y apelativos) y comprender como mínimo la estructura general del escaso número de textos más largos todavía no sustancialmente traducibles.
Los etruscos fueron un pueblo prerromano que habitó entre aproximadamente los siglos IX y I a.C. en el territorio de la península Itálica que comprende las actuales regiones del Lacio septentrional, la Toscana meridional, y parte de la Umbría, la Emilia-Romaña, y la Campania. Fueron llamados tirrenos (Τυρσηνοί o Τυρρηνοί) por los griegos y etrusci o tusci por los romanos. Sin embargo, a sí mismos se llamaron rasna, transcrito rasenna por Dioniso de Halicarnaso (I. 25-30), retórico e historiador griego del siglo I a.C.
La forma rasna se encuentra atestiguada en textos etruscos y representa en algunos textos el nombre étnico de los etruscos, mientras que en otros es un gentilicio. El testimonio más antiguo, en el que consta como gentilicio, se documenta en una inscripción “de regalo” incisa en un vaso de impasto fechado hacia mediados del siglo VII a.C. y hallado en la tumba nº3509 de Pontecagnano, en el cual se puede leer mi mulu Venelasi Velχaesi Rasuniesi (yo fui ofrecido por Venela, [hija de] Velchae, [de la familia] Rasunia).
La historia de los etruscos se sitúa en un periodo de casi un milenio, entre la primera Edad del Hierro (siglo X a.C.) y el final de la época helenística (siglo I a.C.), cuando el definitivo dominio de Roma de todos los centros etruscos marcó el final de su existencia como pueblo. Tito Livio (I. 2; V. 33), el gran historiador latino que vivió en época de Augusto, insiste en la potencia, la riqueza y la fama de este pueblo y sintetiza el papel que los etruscos tuvieron en el ámbito de la Italia prerromana, recordando que “la potencia de los etruscos, antes del dominio de Roma, estaba muy extendida por tierra y por mar” y el propio Catón (Servio, ad Aen, XI. 567) sostiene que casi toda Italia había estado bajo el dominio de los etruscos.
La total pérdida de su literatura y la desaparición de todas las obras de lengua griega o latina que trataban sus hechos históricos y sus tradiciones, limita el conocimiento de la cultura etrusca a las fuentes arqueológicas, epigráficas y artísticas. Sin embargo, sabemos que existía una historia escrita por Valerio Flaco en época de Augusto y un tratado sobre los etruscos escrito en griego por el emperador romano Claudio, llamado Tyrrenikà, que constaba de veinte volúmenes. Ni su interés por los etruscos ni el hecho de que se hubiera casado con Plaucia Urgulanila, una mujer etrusca de antiguo linaje, indujeron a Claudio a utilizar para sus libros la lengua etrusca la cual ya no se utilizaba desde el principio de la época imperial a pesar de la presencia en la corte de Augusto de personajes de ilustre ascendencia etrusca, como Mecenas.
2. ZONAS GEOGRÁFICAS DE ETRURIA
Según las fuentes literarias antiguas, confirmadas a través de la arqueología y la epigrafía, lo que se considera la “Etruria histórica” (Thyrrenia) estaba situada en el área de la Italia central limitada al norte por la cuenca del Arno, frontera natural con el área de los ligures, al este y al sur por el curso del río Tíber, frontera natural de los etruscos con los latinos, los sabinos y los umbrios, y al oeste por el Mar Tirreno. Asimismo, el dominio etrusco se extendió al norte por la llanura padana (valle del río Po) hasta el Mar Adriático y al sur hasta la llanura padana (región de la Campania). Hay que tener en cuenta que, desde el punto de vista geográfico, el Mar Adriático es el mar llamado “el de arriba” y el Mar Tirreno es mar llamado “el de abajo” ya que la península Itálica se concebía de forma horizontal.
Incluso, la propia Roma, importante ciudad latina, estuvo sometida a la influencia política y cultural de los etruscos entre finales del siglo VII a.C. y el último decenio del siglo VI a.C., durante el reinado de soberanos de origen etrusco como Tarquinio Prisco (616-578 a.C.) y Tarquinio el Soberbio (534-509 a.C.).
Por lo tanto, el territorio etrusco se divide en cinco grandes áreas geográficas: la Etruria meridional; la Etruria septentrional; la Etruria tiberina interna; la Etruria padana, y la Etruria campana (Fig.1).

La Etruria meridional fue una de las principales regiones del territorio etrusco, ubicada en la parte sur de la Italia Central. Al norte limitaba aproximadamente con el actual río Fiora; al sur limitaba con el río Tíber, que también marcaba la frontera con los territorios de los latinos, sabinos y otros pueblos itálicos; al este limitaba con la Umbría meridional, y al oeste delimitaba con el Mar Tirreno. Sus principales ciudades y asentamientos fueron Cerveteri, Pyrgi, Veio, Tarquinia, Gravisca, Tuscania, Norchia, Sutri, Blera, Sovana, San Giuliano, Acquarossa, Bisenzio y Vulci.
La Etruria septentrional fue la región más al norte del territorio de la Etruria histórica, situada en lo que hoy corresponde principalmente a la Toscana septentrional. Al norte se extendía más allá de la cuenca del río Arno, hasta el área de contacto con los ligures, alcanzando incluso los Apeninos septentrionales; al sur limitaba con la cuenca del río Albenga, que la separaba de la Etruria meridional; al este lindaba con las colinas de los Apeninos toscano-emilianos, y al oeste estaba bañada por el Mar Tirreno. Sus principales ciudades y asentamientos fueron Roselle, Vetulonia, Populonia, Campiglia Marittima, Casale Marittimo, Murlo, Volterra, Pisa, Artimino, Fiesole y Gonfienti.
La Etruria tiberina interna fue una región etrusca situada en el interior de la península Itálica, caracterizada por su ubicación estratégica a lo largo del curso medio del río Tíber. Al norte conectaba con las tierras de la Etruria septentrional; al sur se aproximaba a los territorios latinos y sabinos; al este limitaba con el río Tíber y con los valles y colinas del interior de la actual Umbría y el sudeste de la Toscana, y al oeste estaba limitada por la Etruria meridional. Sus principales ciudades y asentamientos fueron Orvieto, Sarteano, Chiusi, Tolle, Perugia, Cortona y Arezzo.
La Etruria padana fue la región etrusca más septentrional, situada en la llanura padana. Al norte se extendía hasta el curso inferior del río Po, donde empezaban los territorios celtas y vénetos; al sur limitaba con los Apeninos septentrionales que la separaban de la Etruria histórica; al este era bañada por el Mar Adriático, y al oeste llegaba hasta el río Taro. Sus principales ciudades y asentamientos fueron Verucchio, Bologna, Marzabotto, Spina, Adria, Monterenzio, Módena, Rubiera, San Polo, Parma, Forcello y Mantova.
Finalmente, la Etruria campana fue una región del sur de Italia (actual Campania) que también formó parte del territorio etrusco. Al norte limitaba con el río Volturno; al sur se extendía hasta el río Sele y de forma aislada en Sala Consilina; al este llegaba hasta las colinas que bordean la Campania y las zonas cercanas a los montes Apeninos, y al oeste estaba bañada por el Mar Tirreno. Sus principales ciudades y asentamientos fueron Capua, Avella, Nola, Pompeya, Nocera, Fratte, Pontecagnano y Sala Consilina.
3. RECURSOS NATURALES
Para los habitantes de Etruria, el agua era sin duda considerada el elemento fundamental para la vida de cualquier ser vivo y, posiblemente, el recurso natural más importante. Aunque, lamentablemente, no se conocen cuáles fueron las teorías filosóficas etruscas sobre el agua, es posible que consideraran su disponibilidad como una necesidad vital y un factor de productividad y éxito tanto en el ámbito económico como en el religioso. Gracias a la ubicación de los puertos a lo largo de la costa tirrena, los comerciantes etruscos tenían un excelente acceso al mar, tanto que los griegos los acusaron a menudo de piratería.
Si bien los viajes por mar eran importantes para el comercio etrusco en el Mediterráneo, la presencia de agua en tierra firme determinó la ubicación de los asentamientos y el éxito de las actividades agrícolas y ganaderas. De hecho, cabe destacar que el territorio de Etruria, tal como se presenta actualmente, era muy rico en ríos y arroyos que nacían en las montañas, en lagos (como el de Bracciano y el de Bolsena), muchos de los cuales se formaron en las calderas de volcanes extinguidos, y también en numerosas fuentes, por lo que el acceso a los recursos hídricos estaba garantizado.
Asimismo, durante la Antigüedad, el suelo etrusco fue muy rico en recursos naturales ya que ofrecía tierras muy fértiles (Liv. XXII. 3, 3 hace referencia a la fertilidad de los campos situados entre Fiesole y Arezzo, por ejemplo), sal, materiales de construcción como la piedra y ricos recursos forestales (los macizos montañosos y las colinas de la Etruria central y septentrional se hallaban cubiertos de grandes bosques con árboles de alto fuste idóneos para las labores de carpintería y para la construcción de casas y naves). Recordemos que la aportación que realizaron Perugia, Volterra, Chiusi y Roselle a la expedición africana de Escipión contra Aníbal en el 205 a.C. consistió precisamente en la madera de abeto necesaria para la construcción de barcos (Liv. XXVIII. 45) y que la madera de los Apeninos (castaño y pino) fue esencial para el aprovisionamiento de Roma, hasta la cual llegaba arrastrada por las aguas del Tíber, según Estrabón (V. 2, 5).
En estos bosques no faltaba la caza: eran famosos los jabalíes de Etruria y Umbría (Mart. VII. 27; XII. 14, 9; Stat. Silu. IV. 6, 10), de igual forma que los caballos de carrera etruscos (Opp. C. I. 170). La cría de animales, difundida sobre todo en el sur, se especializó en el ganado porcino (Pol. XII. 4, 8) con famosas elaboraciones cárnicas (jamón en Caere y panceta en Falerii); las aguas interiores y el mar, rico en atunes (Strab. V. 2, 6), ofrecían muchas posibilidades para la explotación de los recursos pesqueros.
Pero el principal recurso natural del suelo, aparte de las explotaciones agrícolas y la cría de ganado, fue el que proporcionaban los minerales, los cuales fueron destinados para la extracción de metales (cobre, plata, plomo y, principalmente, hierro). Esta fue una de las principales riquezas de los etruscos. La notable concentración de recursos minerales en la actual región de la Toscana (la zona de Accesa, las Colinas Metalíferas, Campigliese, Monte Valerio y la isla de Elba) permitió que fuera una zona minera muy competitiva, controlada primero por Vetulonia y posteriormente por Populonia. Asimismo, en el alto Lacio, una concentración similar de riquezas minerales se situaba en los Montes de la Tolfa, un territorio estratégico controlado políticamente por Caere y Tarquinia que fue también rico en hierro, cobre y plomo y en alumbre, utilizado éste último en el curtido de la piel y en los procesos de reducción de la fundición durante la Antigüedad.
Sin embargo, destacaron sobre todo las grandes minas de hierro de la isla de Elba, que los antiguos griegos llamaron Aithalía, la “Humeante”, debido al humo que desprendían las muchas chimeneas necesarias en el primer proceso de elaboración del mineral, que en último término era trabajado en Populonia, al menos desde el siglo VI a.C. De hecho, con ocasión de la expedición africana de Escipión mencionada anteriormente, entre las aportaciones etruscas se cita precisamente el hierro de Populonia (Liv. XXVIII. 45, 15).
Así pues, con la posible excepción del estaño, que se importaba principalmente del norte de Europa en forma de casiterita, estas zonas metalíferas configuraron Etruria como una de las principales áreas mineras del Mediterráneo, junto con la Península Ibérica, ya que ofrecían todo lo necesario para fabricar las herramientas necesarias para las actividades más primarias, como la agricultura y la guerra.
De hecho, la enorme riqueza metalífera de Etruria y el dominio etrusco de las técnicas metalúrgicas fueron las razones por las cuales el bronce etrusco (una aleación de cobre y estaño) fue muy apreciado en época antigua. Critias, uno de los Treinta Tiranos de la Atenas de finales del siglo V a.C., parece ser que expresó su deseo de poseer todo un juego de bronces tirrenos y, en Atenas, casi un siglo antes, en el santuario más importante de la Acrópolis, un devoto desconocido donó a la diosa Atenea un trípode de bronce fabricado en Vulci. La fama de los bronces etruscos llegó hasta la época romana, cuando se cantaron las alabanzas de los Tyrrhena sigilla, las estatuillas de bronce etruscas, muy buscadas como objetos preciosos.
RECURSOS
Rasna. Una serie etrusca. Episodio 1. “La Grande Etruria” (Museo Nazionale Etrusco di Villa Giulia).
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