PRISIONEROS DE GUERRA (REINO NUEVO, EGIPTO)

Marta Valerio (Université Paul Valéry, Montpellier 3/ Università degli Studi di Torino)

Marta Valerio es licenciada en Arqueología por la Universidad de Turín (Italia) y doctora en Egiptología, de manera conjunta, por la Université Montpellier 3 Paul Valéry (Francia) y la Universidad de Turín (Italia) desde 2017. Sus investigaciones se centran fundamentalmente en diversos aspectos sociales y bélicos del Reino Nuevo egipcio, entre los que destaca el tratamiento de los prisioneros de guerra y la presencia e integración de los extranjeros en Egipto.

Traductor del francés: Abraham I. Fernández Pichel (Universidade de Lisboa).

RESUMEN

Ya desde el período predinástico en Egipto tenemos evidencias de representaciones de prisioneros tanto en pequeños objetos como formando parte de la decoración parietal de ciertos monumentos. Con posterioridad el empleo de este motivo será mucho más habitual, siendo integrado asimismo en el programa decorativo de tumbas, templos y palacios. En la mayoría de los casos, estas figuraciones presentan un carácter netamente estereotipado del prisionero como extranjero subyugado, definido por atributos genéricos que permiten su identificación específica como asiático, nubio o libio. Otras fuentes permiten ahondar en la realidad histórica de estos colectivos. Sabemos así que los cautivos, considerados enemigos de Egipto, eran capturados, tratados con violencia y a menudo aniquilados, aunque con frecuencia podían constituirse en mano de obra como trabajadores integrados en la sociedad egipcia. En este segundo caso, conviene destacar que la condición de prisionero era tan solo temporal y que esta cesaba tras la llegada a Egipto con posterioridad al conflicto bélico.

PALABRAS CLAVE

Reino Nuevo, guerra, realeza, enemigo, extranjero

1. INTRODUCCIÓN

El prisionero se define como el individuo o el grupo de individuos a los que se impone una restricción de su libertad de acción en el marco de una relación de sometimiento. En general, los egipcios representaban a estos individuos como extranjeros con manos, brazos, cuello y/o pies atados y adoptando diferentes posiciones: arrodillados, de pie o tumbados. Estas características permiten identificar a los prisioneros en las fuentes iconográficas egipcias, incluso en los casos en que estas representaciones se encuentran completamente desvinculadas a un contexto militar específico.

En los textos egipcios, ya sean anales reales, textos biográficos o relieves en los muros de los templos, los prisioneros de guerra son definidos desde el Reino Antiguo como sḳr-ʿnḫw (Erman y Grapow, 1930, p. 307,12-19). Según algunos autores, este término evocaría, al menos en un primer momento, la idea de golpear (sḳr) hasta la muerte (Vycichl, 1972, p. 43-45; Omar 2008, p. 207-208; Andrássy, 2011, p. 23-27), vinculado, por tanto, a la captura y aniquilación de los enemigos y a la iconografía del faraón sacrificando ritualmente al enemigo (Helck, 1980, col. 786-788).

Asimismo, al menos desde el reinado de Snefru (IV Dinastía) el uso de prisioneros de guerra como mano de obra convirtió a estos en un recurso económico clave, lo que se relaciona con su mención como ḥȝḳ(w) en las listas que registran el botín de guerra en numerosas inscripciones desde Reino Nuevo (Erman y Grapow, 1929, p. 33,6-19; Lorton 1974, p. 65; Hasel, 1998, p. 73-74).

Junto a estas consideraciones, conviene indicar que de la representación de la figura del prisionero o de su mención en las fuentes egipcias se pueden deducir significados muy diferentes dependiendo del contexto temático y simbólico en el que se integran. De este modo, pueden ser interpretados, por un lado, como parte esencial del topos (iconográfico o literario) de la exaltación del triunfo sobre los enemigos, y/o, por otro, como evidencias de la presencia real de estos pobladores extranjeros en el país del Nilo.

En el presente artículo, las dos primeras secciones presentarán las fuentes iconográficas y literarias esenciales para el estudio de los prisioneros, mientras que la tercera sección se centrará en la información de tipo histórico que estas fuentes aportan y que permiten reconstruir las características esenciales de los prisioneros de guerra durante el Reino Nuevo.

2. FUENTES ICONOGRÁFICAS

Los prisioneros pueden aparecer representados tanto como motivos decorativos independientes, como integrados en escenas llamadas retóricas o en las de tipo narrativo. Todas estas representaciones son reconocibles en diferentes contextos, como templos, tumbas o palacios, y en diferentes soportes como estelas, estatuas, armas, pero también en elementos del mobiliario y en otros objetos diversos (sandalias, bastones).

1.1. Los prisioneros como motivo iconográfico

Las representaciones de prisioneros están atestiguadas ya desde el periodo predinástico (4000-3100 a.C.) en paletas cosméticas, sellos cilíndricos de marfil, cabezas de mazas, placas de marfil o mangos de cuchillos ceremoniales. Desde un primer momento, estos testimonios presentan marcadores étnicos específicos que permiten identificar estas figuraciones como enemigos extranjeros (Bestock 2018, p. 44-84). La inserción de estos personajes en imágenes que muestran una violencia explícita está directamente asociada a la representación del poder y, a partir del periodo protodinástico (circa 3000 a.C.), a la de la realeza (Bestock 2018, p. 40-44). El cautivo extranjero debe entenderse, en este contexto, como la encarnación del Caos, que necesariamente debe ser rechazado por el faraón para restaurar el orden de la Maat (Hornung, 1992).

En lo que respecta al Reino Antiguo (2686-2181 a.C.), contamos con una serie de estatuas de prisioneros que fueron encontradas en estado fragmentario en los complejos funerarios de los faraones Niuserra (Borchardt, 1907, p. 41-44 y figs. 24), Djedkara Isesi (Maragioglio y Rinaldi, 1977, p. 82), Unas (Labrousse, Lauer, y Leclant, 1977, p. 131), Teti (Lauer y Leclant, 1972, p. 84 nº 64, fig. 73, p. 98-99 nº 16, pl. 32B), Pepi I (Lauer y Leclant, 1969, p. 55-62, figs. 1-6, pl. 8-10) y Pepi II (Jéquier, 1940, p. 27 29, pl. 47-48; Nueva York, MMA 47.2, MMA 64.260) (Fig. 1). Estas figuras tienen unas dimensiones cercanas al tamaño natural y los personajes aparecen arrodillados, con los codos atados a la espalda. A pesar de sus connotaciones étnicas evidentes (nubios, libios o asiáticos), estas estatuas en piedra caliza no representan a enemigos específicos, sino que simbolizan a la totalidad de enemigos de Egipto, de manera que su presencia en los complejos funerarios reales servía para exaltar, por medio de la imagen, la sumisión de los pueblos extranjeros al faraón (Lauer y Leclant, 1969, p. 61; Ritner, 1993, p. 116).

Figura 1. Estatuas de prisioneros del complejo funerario de Pepi II, Saqqara. Metropolitan Museum of Art (CC0). Izq.: MMA 47.2. Dcha.: MMA 64.260).
Figura 1. Estatuas de prisioneros del complejo funerario de Pepi II, Saqqara. Metropolitan Museum of Art (CC0). Izq.: MMA 47.2. Dcha.: MMA 64.260).

En los complejos funerarios reales de la V dinastía (2450-2300 a.C.), por su parte, diversas escenas parietales representan al faraón como unificador de Egipto y sometiendo a los enemigos extranjeros. En la decoración de la calzada monumental del templo funerario de Sahura, por ejemplo, se han podido identificar representaciones de enemigos con los brazos atados mediante una cuerda cuyo extremo es asido por diferentes deidades (Borchardt, 1913, pl. 5-7). La misma escena fue probablemente representada en los templos de Niuserra (Borchardt, 1907, pl. 8.) y Unas (Labrousse y Moussa, 1996, p. 97; Labrousse y Moussa, 2002, p. 134-135), y, ya en la Sexta Dinastía (2300-2181 a.C.) en los de Pepi I (Leclant, 1980, p. 49-54, pl. 2) y Pepi II (Jéquier, 1938, pl. 36, 38; Jéquier, 1940, pl. 12-14). De estos complejos funerarios reales procede, igualmente, la escena de la diosa Seshat registrando el botín de guerra, dentro del que se incluyen, junto a todo tipo de objetos y riquezas, también personas y ganado (Borchardt, 1913, pl. 1, 5; Jéquier, 1938, pl. 36-38; Labrousse, Lauer, y Leclant, 1977; Prakash, 2017, p. 456).

Será sobre todo en el Reino Nuevo cuando la imagen de los prisioneros extranjeros aparezca representada con mayor frecuencia en los programas decorativos de palacios y templos, principalmente en aquellos lugares relacionados con la presencia y aparición del rey, como la “ventana de apariciones” (Arnold, 1977; Vomberg, 2004) o el podio sobre el que probablemente se situaba el trono. En estos testimonios, la connotación étnica de las figuras se vuelve aún más explícita y estas se enriquecen con un mayor detallismo en la representación de la vestimenta y del peinado (aún sin abandonar su carácter eminentemente estereotipado). Un ejemplo significativo al respecto es el de ciertos fragmentos de la decoración parietal del palacio de Ramsés III en Medinet Habu (Boston, MFA 03.1574; Cairo JE 36457g; Daressy, 1911) (Fig. 2, arriba). El motivo iconográfico de los cautivos aparece igualmente en los carros de guerra, como es el caso del de Tutmosis IV (Cairo J.E. 46097; Carter y Newberry, 1904, p. 24-33).

También existen diversas representaciones de prisioneros que pueden definirse como “interactivas”. En estos ejemplos, el mero contacto con el objeto constituía una acción contra el sujeto representado, todo ello integrado en el contexto de la destrucción de los “Nueve Arcos” o enemigos de Egipto (Uphill, 1965-1966) por parte del faraón (Janzen, 2012, p. 89). Por lo tanto, los enemigos atados podían representarse en el umbral de la puerta, como se atestigua en Hierakonpolis (Quibell, 1900, p. 6, pl. 3) o en las patas de una silla, en las bases de las estatuas y los tronos reales (véase, por ejemplo, Quibell, 1900, p. 11, pl. 39-40) y en las suelas de las sandalias (Cairo J.E. 62685; Carter 397; Fig. 2, abajo). Otros soportes de la aparición de este motivo iconográfico en esta función se encuentran atestiguados en la tumba de Tutankamón, como los extremos de los bastones (El Cairo J.E. 61737; Carter 100; El Cairo J.E. 61733; Carter 48b; El Cairo J.E. 61736; Carter 50uu), los reposapiés (El Cairo J.E. 62045; Carter 378), los ungüentarios (El Cairo J.E. 62119; Carter 211) y los arcos (El Cairo J.E. 61544; Carter 048i). En todos los casos, el simple hecho de interactuar con estos objetos (agarrarlos, caminar sobre ellos, sentarse en ellos) se consideraba una acción contra la población extranjera representada (Ritner, 1993, p. 119-120).

En resumen, vemos cómo el motivo iconográfico de los prisioneros en sus diferentes manifestaciones y soportes estaba reservado al contexto real, siendo el faraón el único que podía erigirse, tanto en la realidad como en la ficción, en el encargado de rechazar al enemigo y aniquilar su capacidad potencial de infringir daño a Egipto (Ritner, 1993, 128-131).

Figura 2. Objetos con representaciones de prisioneros. Arriba: Placas esmaltadas del palacio de Ramsés III en Medinet Habu, actualmente en el Museo del Cairo (foto de la autora). Abajo: Sandalias de la tumba de Tutanjamón, en el Museo del Cairo (foto de la autora).

1.2. Los prisioneros en escenas retóricas

El motivo del faraón golpeando a sus enemigos con una maza o una espada mientras sujeta sus cabezas por los cabellos es, sin duda, una de las escenas retóricas más conocidas. Se trata generalmente de aquellas escenas cuyo contenido no remite a un acontecimiento o hecho bélico concreto, sino que se integran en un discurso de significación netamente simbólica.

Esta temática se conoce desde el periodo predinástico (Naqada II-III; 3500-3100 a.C.) y se representó en una gran variedad de soportes, como relieves rupestres (por ejemplo, el de Snefru de la Uadi Maghara, CG 57103), estelas (Schulman, 1988, p. 10-30), pero también en objetos de dimensiones reducidas, como paletas ceremoniales (por ejemplo, la de Narmer, El Cairo CG 3055), sellos, escarabeos (Nueva York, MMA 26.7.230), anillos (por ejemplo, Nueva York, Brooklyn Museum 37.726E), etiquetas de marfil (por ejemplo, Londres, BM EA55586) o hachas ceremoniales (El Cairo CG 52645). Desde principios del Reino Antiguo, este tipo de escenas se incluye en los programas decorativos de los templos (Hall, 1986, p. 16-17; Sliwa, 1974, p. 102-104). Cabe destacar a este respecto, los ejemplos del complejo funerario de Pepi II en Saqqara (Jéquier, 1940, pl. 36-37), en la capilla de Montuhotep II en Gebelein (Fiore Marochetti, 2010, p. 57), en los relieves gravados en tiempos de Sethy I en el muro exterior norte de la sala hipóstila del templo de Amón-Ra en Karnak (KIU 1012; KIU 1013), en los relieves de Ramsés II en el templo principal de Abu Simbel (Hall, 1986, fig. 59) o en el primer pilono (The Epigraphic Survey, 1930, pl. 6; The Epigraphic Survey, 1932, pl. 101-102) y el muro exterior sur del templo de Medinet Habu (The Epigraphic Survey, 1932, pl.114) (Fig. 3).

El empleo de este motivo iconográfico tuvo una enorme difusión a nivel geográfico, con ejemplos atestiguados incluso en Meroe (Wöss, 2015, p. 587-588), y se reprodujo en multitud de soportes diferentes, como atestigua su aparición incluso en estelas privadas, en las que el protagonista de la acción es siempre el rey (Hall, 1986; Schulman, 1988, p. 39-62, 193-194; Ward, 1992, p. 152-155).

Figura 3. Templo de Medinet Habu: El faraón Ramsés III golpea a sus enemigos. Muro exterior sur, ventana de apariciones (foto de la autora).
Figura 3. Templo de Medinet Habu: El faraón Ramsés III golpea a sus enemigos. Muro exterior sur, ventana de apariciones (foto de la autora).

1.3. Los prisioneros en un contexto bélico narrativo

Durante el Reino Antiguo (2686-2181 a.C.) y el Reino Medio (2025-1700 a.C.), las escenas de batalla aparecen atestiguadas principalmente en un contexto funerario. No será hasta Reino Nuevo cuando estas aparecen combinadas con las anteriormente mencionadas escenas que muestran al faraón aniquilando a los enemigos (Bestock 2018, p. 9).

1.3.1. Antes del Reino Nuevo

Aunque algunos fragmentos de relieves hallados en los complejos funerarios de faraones de la V y la VI Dinastía muestran algunos de los elementos característicos de las escenas bélicas (Spalinger, 2017), es sobre todo en contextos funerarios privados donde se encuentran representaciones de este tipo de escenas durante el Reino Antiguo.

En la tumba de Inti en Deshasha (finales de la Dinastía V- principios de la Dinastía VI) se representa una escena de asedio de una ciudad asiática, en cuyo exterior se encuentra un grupo de cautivos (hombres, mujeres y niños) conducido por un soldado egipcio (Porter y Moss, 1968, p. 121-122; Petrie, 1898, p. 4-8; Kanawati y McFarlane, 1993, p. 24-25, pl. 26-27; Vogel, 2004, p. 43-44; Begon, 2016, p. 21-22). Otra escena de asedio de una ciudad asiática se conserva en la tumba de Antef, en la necrópolis tebana de El-Assasif y fechada en la XI dinastía (Porter y Moss, 1970, 437; Arnold, 1971, p. 17-20; Jaros-Deckert, 1984, p. 37-44, pl. 17; Rummel, 2007, p. 157-159). En esta escena se aprecian varios grupos de prisioneros conducidos por soldados egipcios armados. Los enemigos capturados están atados por los brazos y, junto a ellos, aparecen mujeres y niños que también son deportados junto a estos. Estas representaciones constituyen los primeros ejemplos de este tipo de escenas narrativas cuyos testimonios se multiplicarán durante el Reino Nuevo.

1.3.2. En el Reino Nuevo

Durante el Reino Nuevo (1550-1069 a.C.), la situación política experimentó cambios sustanciales. Egipto atraviesa un periodo de fuerte expansión territorial y, en consecuencia, resulta cada vez más necesario exaltar las proezas del faraón reinante en los monumentos de todo el país (Spalinger, 2005; Spalinger, 2011). Esta manifestación pública de grandeur encuentra en los muros de los templos su principal medio de expresión, aunque también abundan los testimonios provenientes de las tumbas privadas de la élite.

Para los momentos anteriores al periodo de Amarna (1353-1322 a.C.) contamos con pocos ejemplos de escenas de batallas en los monumentos regios. Los primeros relieves narrativos de este tipo proceden del templo funerario de Ahmose en Abidos (Harvey, 1998, p. 3-5; Harvey, 1998, p. 308-338 y 529-535), así como otros testimonios de la primera mitad de la dinastía XVIII procedentes de la zona tebana que muestran escenas de carros y de enemigos derrotados en el campo de batalla (Bruyère, 1952, p. 40-42, pl. II-IV; Gabolde, 2005, p. 175-176; Brand, 1995, p. 170-171, nº 74; Ben Tor, 2016, p. 145, nº 59). Sin embargo, ninguno de estos relieves (al menos en las partes conservadas) documenta la presencia de prisioneros. Sólo a partir del reinado de Amenhotep II (1428-1397 a.C.) se representa a los enemigos capturados en los monumentos oficiales, insertos en un contexto claramente narrativo (Johnson, 1992, p. 97-98; Zayed, 1985, p. 5-17, pl. I-II) (Fig. 4). A partir de esta época, asistimos a un desarrollo creciente de este tipo de escenas que encontrará su culmen en el periodo ramésida (Spalinger, 2011, p. 120-139).

Figura 4. Fragmento de relieve con la imagen de Amenhotep II, Museo de El Cairo, JE 36360 (foto de la autora).
Figura 4. Fragmento de relieve con la imagen de Amenhotep II, Museo de El Cairo, JE 36360 (foto de la autora).

En los relieves de tema bélico es posible reconocer una serie de momentos o episodios constitutivos de la secuencia narrativa que estos representan. Se suceden así la batalla, la captura y el transporte de los prisioneros, la presentación al faraón y a las divinidades, y, finalmente, la celebración de la victoria (Heinz, 2001, p. 69-116; 155-157; 157-169; 172-182; 184-194).

En los muros de los templos, estos relieves podían ocupar diferentes espacios, apareciendo consignados principalmente en los pilonos, en los muros exteriores o en el interior de los patios. Así, el faraón Horemheb presenta un contingente de prisioneros de origen asiático a la tríada tebana en el patio entre el noveno y décimo pilono del templo de Amón-Ra en Karnak (Wreszinski, 1935, pl. 61-62; Porter y Moss, 1972, p. 183). Seti I, por su parte, concentra sus relieves de temática bélica en el muro exterior norte de la Sala Hipóstila de Karnak (Porter y Moss, 1972, p. 54-57; The Epigraphic Survey, 1986; KIU 859) (Fig. 5): aquí fueron grabados las inscripciones relativas a sus campañas contra los beduinos Shasu (The Epigraphic Survey, 1986, pl. 6-8; KIU 1006; KIU 1007)), los hititas (The Epigraphic Survey, 1986, pl. 33-36; KIU 1015), los libios (The Epigraphic Survey, 1986, pl. 27, 32; KIU 1018) y varias ciudades asiáticas (The Epigraphic Survey, 1986, pl. 9, 12-14, 23-26; KIU 1009; KIU 1011; KIU 1057).

Figura 5. Relieves de Seti I en el muro exterior norte de la Sala Hipóstila del templo de Amón-Ra en Karnak (foto de la autora).
Figura 5. Relieves de Seti I en el muro exterior norte de la Sala Hipóstila del templo de Amón-Ra en Karnak (foto de la autora).

Las representaciones de prisioneros capturados, transportados o presentados tras las campañas militares de Ramsés II forman parte de la decoración de numerosos monumentos: en su templo funerario (o “templo de millones de años”), el Ramesseum (Wreszinski, 1935, pl. 90; Porter y Moss, 1972, p. 432 ) o en otros templos como el templo mayor de Abu Simbel (Wreszinski, 1935, pl. 179-181; Porter y Moss, 1975, p. 103-104); el templo de Amón-Ra en Karnak, en el muro exterior sur de la sala hipóstila (Porter y Moss, 1972, p. 57; KIU 859); en el templo de Luxor, en los muros exteriores del primer patio al este (Porter y Moss, 1972, p. 334), al oeste (Wreszinski, 1935, pl. 73, 75, 77; Porter y Moss, 1972, p. 333 ) y al sur (Wreszinski, 1935, pl. 66; Porter y Moss, 1972, p. 333); en el templo de Sethi I en Abidos (Wreszinski, 1935, pl. 25; Porter y Moss, 1991, p. 1); así como en los templos nubios de Amara Occidental (Porter y Moss, 1975, p. 161 (Spencer, 2016, p. 17-18, pl. 71, 74, 76), Beit el Ouali (Wreszinski, 1935, pl. 163a-164a, 167; Porter y Moss, 1975, p. 23) y Derr (Wreszinski, 1935, pl. 168a; Porter y Moss, 1975, p. 85 y 103).

Ramsés II dedica, asimismo, un espacio considerable en sus monumentos a los relieves relativos a la batalla de Qadesh. Los prisioneros de esta batalla aparecen en el muro exterior oriental de la sala hipóstila del templo de Amón-Ra en Karnak (Porter y Moss, 1972, p. 58-59; KIU 859), en el patio entre el octavo y el undécimo pilono del mismo templo (Wreszinski, 1935, pl. 68-70; Porter y Moss, 1972, p. 179), en el templo mayor de Abu Simbel (Wreszinski, 1935, pl. 169-170 y 179; Porter y Moss, 1975, p. 103-104), en el templo de Sethi I en Abidos (Wreszinski, 1935, pl. 24; Porter y Moss, 1991, p. 1) y en el templo de Luxor, en el muro exterior occidental de la gran columnata procesional (Wreszinski, 1935, pl. 63; Porter y Moss, 1972, p. 334).

Los escasos relieves bélicos de Merenptah que se han conservado en el templo de Amón-Ra en Karnak se encuentran en el muro exterior occidental de la cour de la cachette (Porter y Moss, 1972, pl. XIV; KIU 3312) donde aparecen representados prisioneros capturados en el transcurso de las campañas asiáticas del monarca (Wreszinski, 1935, pl. 57a-58b; Porter y Moss, 1972, p. 132-133; Yurco, 1986).

Ramsés III es, junto con Ramsés II, el faraón del Reino Nuevo del que se conserva una mayor cantidad de relieves de temática bélica. Esta decoración se encuentra, principalmente, en su templo funerario en Medinet Habu (The Epigraphic Survey, 1930; The Epigraphic Survey, 1932; Porter y Moss, 1972, p. 481) y en los templos que hizo construir en Karnak dentro del complejo de Amón-Ra y del de Mut (The Epigraphic Survey, 1936; Porter y Moss, 1972, p. 27, 273, pl. VIII-IX [1], XXVIII [1]). En el muro perimetral del templo de Medinet Habu se representaron prisioneros nubios (The Epigraphic Survey, 1930, pl. 8, 10; Porter y Moss, 1972, p. 522 (194)), libios (The Epigraphic Survey, 1930, pl. 21-22; Porter y Moss, 1972, p. 517 (187)) y aquellos pertenecientes a los Pueblos del Mar (The Epigraphic Survey, 1930, pl. 36-43; Porter y Moss, 1972, p. 518 (188)-(189)). Los libios apresados durante las campañas del faraón en el norte también se encuentran representados en el primer patio del templo (The Epigraphic Survey, 1932, pl. 75-76a; Porter y Moss, 1972, p. 492 (64)), en el segundo patio (The Epigraphic Survey, 1930, pl. 23-26; Porter y Moss, 1972, p. 498 (93)-(95)) (Fig. 6) y en la zona entre el primer y el segundo pilono (The Epigraphic Survey, 1932, pl. 74, 77-78; Porter y Moss, 1972, p. 520 (190)-(192, II)). En esta misma zona se representaron, igualmente, las campañas asiáticas del faraón (The Epigraphic Survey, 1932, pl. 91-93; Porter y Moss, 1972, p. 520 (190)-(192, I)) de las que informan los relieves del muro norte del primer patio (The Epigraphic Survey, 1932, pl. 96-99; Porter y Moss, 1972, p. 494 (73)-(74)).

En cuanto a la campaña contra los Pueblos del Mar, la captura de prisioneros aparece también representada en el segundo pilono (The Epigraphic Survey, 1930, pl. 44; Porter y Moss, 1972, p. 496 (83)). De la victoria en la Segunda Guerra Libia de Ramsés III también nos informan los relieves en el muro occidental del templo de la barca del recinto de Amón-Ra en Karnak (The Epigraphic Survey, 1936, pl. 81-82B; Porter y Moss, 1972, p. 34 (120); KIU 4448) y en su templo en el recinto de Mut (Wreszinski, 1935, pl. 62a-c; The Epigraphic Survey, 1936, pl. 117-120, 123; Porter y Moss, 1972, p. 274 (10)), mientras que sus batallas asiáticas aparecen en la parte exterior del muro oriental del templo de la barca (The Epigraphic Survey, 1936, pl. 81-82B; Porter y Moss, 1972, p. 34 (120); KIU 4446) y en el muro exterior occidental del recinto de Mut (Wreszinski, 1935, pl. 62a; The Epigraphic Survey, 1936, pl. 115; Porter y Moss, 1972, p. 274 (10)).

En todas estas escenas se representa a los prisioneros en diferentes situaciones y actitudes: en el momento de ser capturados, mientras marchan delante o detrás del carro del faraón o mientras son conducidos al faraón o en presencia de los dioses, siempre atados o esposados. Su pertenencia a una población extranjera concreta se puede deducir fácilmente de la vestimenta que portan o por sus peinados.

Figura 6. Templo de Medinet Habu: presentación a Amón y Mut de los prisioneros pertenecientes a los Pueblos del Mar en el segundo pilono (foto de la autora).
Figura 6. Templo de Medinet Habu: presentación a Amón y Mut de los prisioneros pertenecientes a los Pueblos del Mar en el segundo pilono (foto de la autora).

Las escenas de guerra, que durante el Reino Antiguo y Medio aparecen profusamente, como hemos visto, en las tumbas privadas, apenas están atestiguadas en este contexto durante el Reino Nuevo. Los textos autobiográficos que decoran los muros de ciertas tumbas de altos funcionarios de este periodo, sin embargo, evidencian una exaltación del valor individual en un contexto bélico (Bestock 2018, p. 256-259). Se menciona así con frecuencia el rol de intermediario que el difunto desempeñó en vida en la presentación de prisioneros de guerra al soberano. Es el caso de la tumba de Nebamon en Sheikh Abd el-Gurna (Davies, 1923, pl. XXVIII; Porter y Moss, 1970, p. 185) en la que este aparece ante el faraón Tutmosis IV y ambos se encuentran al frente de dos grupos de prisioneros con los brazos atados a la espalda, seguidos de los jefes militares mitaneos y de un rico botín. Otro ejemplo notable es el de los relieves del segundo patio de la tumba del general Horemheb en Saqqara: aquí se representa a un conjunto de prisioneros asiáticos introducidos por Horemheb en presencia de Tutankamón y Ankhesenamun (Porter y Moss, 1981, p. 658-659; Martin, 2016, p. 78-82, pl. 40-42, 99, 134-141).

En definitiva, en todos los testimonios señalados la violencia física es uno de los elementos recurrentes en las representaciones de prisioneros: atados o encadenados, con los brazos a menudo en posiciones antinaturales y normalmente dirigidos por soldados egipcios que los custodian. A continuación, la comparación de estas representaciones con la información registrada en los textos permitirá reconstruir ciertos aspectos relativos al tratamiento y destino de estos prisioneros.

3. FUENTES ESCRITAS

A partir del Reino Antiguo los prisioneros de guerra aparecen mencionados en algunos documentos oficiales, como, por ejemplo, en los Anales Reales y en los textos autobiográficos de particulares. En el Reino Nuevo, otros tipos de fuentes, como los textos literarios, los decretos reales, las estelas y las dedicatorias a deidades se añaden a este amplio corpus de documentación relativa a estas poblaciones.

3.1. Antes del Reino Nuevo

En el Reino Antiguo, los Anales regios conservados en la Piedra de Palermo y en otros fragmentos del Museo de El Cairo (Wilkinson, 2000; Baud, 2000, p. 32-46) registran en una de sus entradas la presencia de un número importante de prisioneros traídos a Egipto desde Nubia y Libia durante el reinado del faraón Snefru (IV dinastía; 2600-2450 a.C.). A.C.). Estos fueron empleados, probablemente, en unidades de producción agrícola que conocemos bajo el nombre ḥwt, en las que se incluía igualmente ganado procedente de Nubia (Menu, 2004, p. 189). Los Anales de Amenemhat II (XII dinastía), por su parte, mencionan la captura de numerosos prisioneros de origen asiático, algunos de los cuales pudieron ser empleados en trabajos de construcción (Farag, 1980, p. 79; Altenmüller, 2015, p. 68-72, 116-120).

En cuanto a las biografías privadas de estos períodos, contamos principalmente con las informaciones aportadas por las inscripciones de la tumba de Uni, de época de Pepi I (VI dinastía), o las de Pepynakht Heqaib, del reinado de Pepi II (VI dinastía), que mencionan la captura y deportación de prisioneros procedentes de Nubia (Strudwick, 2005, p. 352-357, n.256 y p. 333-335, n.242).

3.2. En el Reino Nuevo

Durante el Reino Nuevo, el templo se constituye como el principal lugar de registro y celebración de los acontecimientos bélicos de los monarcas del período, además de ser los centros fundamentales a los que iban destinados los prisioneros con el propósito de ser empleados como mano de obra.

De entre las numerosas fuentes de este período, destacan los Anales de Tutmosis III, inscritos en diferentes lugares del templo de Amón-Ra en Karnak, y en el que se incluye una detallada descripción de sus batallas y diversas listas de prisioneros y del botín conseguido (por ejemplo, KIU 5850; KIU 5232; KIU 5230; KIU 3479; KIU 3475; Grimal, 2003). Si este ejemplo es principalmente de tipo textual, Sety I, a comienzos de la XIX dinastía, encargó un registro de sus victorias militares por medio fundamentalmente de imágenes: los relieves figurativos del muro exterior norte de la Sala Hipóstila de Karnak (The Epigraphic Survey, 1986; KIU 859). Sus sucesores continuaron esta tradición eminentemente visual, como vemos en el propio en el templo de Amón-Ra en Karnak y en otros lugares, como el templo de Medinet Habu (Edgerton y Wilson, 1936), el templo de Luxor (Porter y Moss, 1972, p. 333-334 (202)-(206) y (215)) o los templos nubios de Abu Simbel (Porter y Moss, 1975, p. 95 ss.), Amara Occidental (Porter y Moss, 1975, p. 159 y siguientes; Spencer, 2016), Beit el Ouali (Ricke, Hughes, Wente, 1967; Porter y Moss, 1975, p. 21 y siguientes) y Derr (Blackman, 1913; Spalinger, 1980), acompañando, sin embargo, las imágenes parietales con abundantes textos descriptivos. Estos textos permiten identificar a los pueblos enemigos de Egipto en las diferentes campañas de los faraones, además de proporcionar las cifras relativas al botín conseguido en cada caso (Spalinger 1982, p. 240-242; Eyre, 1996; Lundh, 2002, p. 2-6).

En algunas ocasiones, la descripción de los eventos bélicos adquiere un mayor detallismo. Ramsés II, por ejemplo, hace grabar la narración de la célebre batalla de Qadesh contra los hititas no sólo en su forma extensa integrada en la decoración parietal de diversos templos, sino que encontramos igualmente referencias a este evento en el llamado “Poema de Pentaur” (su versión literaria), del que se conservan múltiples copias (en su templo de Abidos, en Karnak (por ejemplo, KIU 1002), en el templo de Luxor y en el Ramesseum (Kuenz 1928-1934). Posteriormente, Merenptah y Ramsés III registraron los acontecimientos de sus batallas contra los libios en estelas grabadas, respectivamente, en el patio del séptimo pilono del templo de Amón-Ra en Karnak (KIU 4246) y en dos lugares diferentes del templo en Medinet Habu, en el primer y en el segundo patio (The Epigraphic Survey, 1930, pl. 27-28; The Epigraphic Survey, 1932, pl. 80-83). Como en el caso de los Anales de Tutmosis III, en estos últimos testimonios se enumeran los prisioneros traídos junto con la cantidad de botín conseguido (Redford, 2003), así como el número de manos y falos cortados a los enemigos asesinados (Matić, 2019, p. 40-41).

Figura 7. Templo de Medinet Habu: Gran inscripción de la campaña contra los libios del año 11 de Ramsés III. Primer patio, muro interior este (foto de la autora).
Figura 7. Templo de Medinet Habu: Gran inscripción de la campaña contra los libios del año 11 de Ramsés III. Primer patio, muro interior este (foto de la autora).

Otro tipo de fuentes documentales que aportan información sobre los prisioneros son las inscripciones reales. En ellas, en ocasiones, el faraón destaca las donaciones efectuadas por el Estado con el fin de promover la fundación (o refundación) de templos en todo el país, así como otras donaciones destinadas a los templos, entre las que se incluyen prisioneros de guerra (empleados como personal) y bienes de lujo obtenidos como botín o tributo a los pueblos vencidos. El Papiro Harris I, fechado a finales del reinado de Ramsés III pero escrito bajo su sucesor, Ramsés IV, proporciona mucha información útil sobre esta cuestión. El texto es un verdadero producto de propaganda política, que enumera todas las donaciones concedidas a cada templo o institución del país (Grandet, 1994, p.101-107). Gracias a este papiro, así, sabemos de la deportación de prisioneros y su asignación a los templos, de las tareas diversas que podían desarrollar en ellos (como trabajos agrícolas o la preparación de ofrendas, por ejemplo), pero también de su integración en el ejército y de la presencia de niños entre los prisioneros.

Algo antes, en tiempos de Hatchepsut, su texto de coronación grabado en Deir El Bahari (Porter y Moss, 1972, p. 347 (17); Naville, 1898, pl. 57; Ratié, 1979, p. 221), menciona la captura de prisioneros como uno de los elementos fundamentales de la ideología faraónica, además de hacer referencia a las donaciones de prisioneros a los templos, la mayoría de las veces utilizando frases estandarizadas que no aportan detalles relevantes; Amenhotep III hace lo mismo en dos estelas de su templo funerario (estelas de El Cairo CG 34025 recto; Klug, 2002, p. 393-407; estelas de El Cairo CG 34026; Klug, 2002, p. 408-412).

Las fuentes fundamentales para conocer el proceso y las modalidades de asentamiento de los prisioneros de guerra en Egipto son las autobiografías privadas (procedentes de tumbas o estatuas), que muestran a menudo una información muy similar a la ofrecida por las fuentes oficiales. En general, los propietarios de estas inscripciones son, o bien individuos que lucharon junto a los faraones o en su nombre, o que contribuyeron a la gestión del Estado como funcionarios. Algunos de ellos destacaron por haber ostentado importantes cargos militares, como Ahmose hijo de Ibana (Vandersleyen, 1971, p. 17-26, 30-33; Davies, 2009), Ahmose Pennekhbet (Vandersleyen, 1971, p. 89-101; Davies, 2014) y Sabastet (De Linage, 1939). Sus biografías, de la primera mitad de la XVIII dinastía, nos informan, principalmente, acerca del sistema de recompensa de los veteranos, que consistían fundamentalmente en lotes de tierras, oro o prisioneros. Otros ejemplos importantes provienen de las tumbas del visir Rekhmira (Porter y Moss, 1970, p. 207-212 (4)-(14); Davies, 1943) y del oficial Tchaneni (Porter y Moss, 1970, p. 145 (9); Brack y Brack, 1977), que formaron parte de la alta administración del país durante el reinado de Tutmosis III. Estos aportan información de primer orden sobre los problemas asociados a la gestión de los prisioneros llegados a Egipto, a los que se hacen alusión igualmente en los Anales de Tutmosis III. En estas tumbas, las escenas figurativas se completan con leyendas: en el caso de la tumba de Rekhmira, éstas permiten identificar las actividades realizadas por los prisioneros dentro del templo de Amón y también los bienes que recibían a cambio. Aquí hombres, mujeres y niños trabajaban como tejedores, así como en la preparación de ofrendas, mientras que otros individuos se encargaban de la producción de ladrillos de arcilla para la construcción (Davies, 1943, p. 29 47-48, 55, pl. XXI-XXIII, LVI-LIX). El oficial Tchaneni, por su parte, destaca en las inscripciones de su tumba su labor de acompañante del ejército en el transcurso de las campañas militares regias en el extranjero, en las que se ocupaba de registrar por escrito los acontecimientos y la cantidad de prisioneros y de botín confiscado al enemigo (Brack y Brack, 1977, p. 45-47, pl. 41). Otro ejemplo es el del director del almacén de Amón Ineni (Porter y Moss, 1970, p. 159-163; Dziobek, 1992, p. 33-34, pl. 1-3, 48, 60), que describe en su tumba su actividad al frente del control de los prisioneros nubios tras la victoriosa campaña de Tutmosis I en Nubia (1504-1492 a.C.).

4. TRATAMIENTO DE LOS PRISIONEROS DE GUERRA

Como hemos analizado en los apartados precedentes, los monumentos y artefactos del pasado egipcio aportan una enorme cantidad de representaciones de prisioneros de guerra. En la mayor parte de los casos, se trata de representaciones parietales o de simples motivos iconográficos que ofrecen una imagen estereotipada de estos, insistiendo en su condición de extranjero sometido cuya proveniencia (asiático, nubio o libio) resulta identificable por medio de una serie de atributos genéricos.

Como complemento de estas informaciones, algunas fuentes escritas e iconográficas permiten reconstruir una secuencia de acontecimientos que se centra esencialmente en el desplazamiento de estos prisioneros desde el campo de batalla, tras ser capturados, hasta llegar a Egipto. Lo que podemos deducir de este tipo de testimonios es que el status de prisionero era tan solo temporal y que este cesaba tras la llegada a suelo egipcio, donde los prisioneros se convertían inmediatamente en trabajadores al servicio del Estado, de los templos o de particulares.

Las fuentes históricas disponibles describen a los prisioneros de guerra siempre desde el punto de vista del vencedor (el faraón o el soldado que lucha en su nombre), cuyo interés se centra esencialmente en destacar el triunfo personal y colectivo en la batalla y la victoria conseguida en esta sobre las fuerzas enemigas. De este modo, se explicita uno de los aspectos esenciales de la ideología faraónica: el monarca como encargado de suprimir el caos y de restaurar la Maat. Esta misión le ha sido confiada por los dioses que, al mismo tiempo, son los encargados de garantizar su cumplimiento. Se establece, de este modo, una relación de reciprocidad entre el faraón y el mundo divino que justifica que sean, principalmente, los templos las instituciones que reciben a los prisioneros de guerra. Ello se debe a dos razones: por un lado, por razones religiosas (en agradecimiento a los dioses) y, por otro lado, por razones económicas, pues los templos necesitaban una abundante mano de obra para garantizar su funcionamiento cotidiano.

Desgraciadamente, en las fuentes se hace normalmente referencia al acto de entrega de estos prisioneros a una institución o persona, y no a las tareas específicas que estos debían realizar. Por tanto, los detalles sobre el destino de los prisioneros y sus principales actividades en el seno de las instituciones egipcias siguen siendo confusos.

4.1. Captura

El momento que marca el inicio hacia el nuevo destino de estos extranjeros es su captura, que supone su conversión en prisioneros de guerra sometidos al faraón. Durante la XVIII Dinastía esta circunstancia aparece consignada, principalmente, en las biografías de soldados como Ahmose Pennekhbet (Vandersleyen, 1971, p. 89-101; Davies, 2014), Ahmose hijo de Ibana (Vandersleyen, 1971, p. 17-26, 30-33; Davies, 2009) o Amenemheb Mahu (Redford, 2003, p. 167-173), en cuyos textos se enfatizan los logros personales de estos individuos en el campo de batalla con el objetivo de propiciar una recompensa de parte del faraón. A esto podemos añadir el testimonio de la toma de la ciudad de Jope y de la captura de sus habitantes por el general Djehuty registrados en un texto literario fechado en el periodo ramésida pero ambientado en la época de Tutmosis III. En esta narración, se describe incluso la forma en que los soldados egipcios esposan y atan a los prisioneros con cuerdas antes de hacer el viaje de retorno a Egipto (papiro Harris 500; Peet, 1925; Manassa, 2013, p. 66-101 y 177-186). Posteriormente, durante las dinastías XIX y XX, la mención de la captura de prisioneros de guerra también aparece registrada en las fuentes oficiales, especialmente las iconográficas (Heinz, 2001, p. 155-157). Algunos ejemplos son los relieves de Ramsés II en el templo de Luxor (Wreszinski, 1935, pl. 66) o los de Ramsés III en Medinet Habu (The Epigraphic Survey, 1932, pl. 72). A menudo en estas representaciones, la acción de capturar a los enemigos por parte del faraón suele aparecer al margen de la escena principal, centrada esta última en recrear los acontecimientos del campo de batalla. Con ello se pretende ensalzar la acción individual del rey en la resolución de la contienda. Es el caso, por ejemplo, de uno de los relieves inscritos en los bloques de granito encontrados reutilizados en el cuarto pilono del templo de Amón-Ra en Karnak, datados del reinado de Amenhotep II (Caire JdE 36360; Zayed, 1985, p. 5-17, pl. I-II) (Fig. 4) o del exterior del muro norte de la Sala Hipóstila del mismo templo, grabado durante el periodo de Sethi I (The Epigraphic Survey, 1986, pl. 9, 12).

4.2. El traslado a Egipto

Una vez capturados, los prisioneros eran deportados a Egipto (Langer, 2021, p. 101-236). Esta operación aparece descrita en fuentes literarias como el citado papiro Harris 500 (Peet, 1925; Manassa, 2013, p. 177-186) o el papiro Lansing (Caminos, 1954, p. 400-410; Sauneron, 1968, p. 19-20), que incluyen referencias explícitas a las largas y duras travesías de regreso del campo de batalla. En este mismo contexto, la decoración de los muros de los templos funerarios reales del Reino Nuevo, principalmente de época ramésida, representan a menudo este desplazamiento: el carro del faraón precede a grupos de prisioneros que avanzan formando largas filas y que aparecen con las manos atadas. Un ejemplo de este tipo de escena se encuentra en el sector anteriormente citado del templo de Karnak decorado en tiempos de Sethi I (The Epigraphic Survey, 1986, pl. 6-7; KIU 1006), que muestra el regreso de la batalla contra los Shasu, una población seminómada de Transjordania, y la recepción festiva de los ejércitos egipcios y de los prisioneros por parte de los sacerdotes y funcionarios. Finalmente, aunque en menor medida, también contamos con la información aportada por las tumbas de particulares y las estelas reales.

En ciertas ocasiones, el transporte de prisioneros podía efectuarse igualmente en barco, como se deduce de la decoración de uno de los bloques reutilizados en el segundo pilono del templo de Amón-Ra en Karnak (Chevrier, 1955, p. 11, pl. VII; Gabolde, 2015, p. 417, fig. 183), en el que se representa a un prisionero asiático esposado dentro de una jaula situada en la proa de un barco. Este tipo de desplazamiento aparece constatado, igualmente, en diferentes documentos del reinado de Tutmosis I y de Amenhotep II, en los que se incide en la violencia empleada para con los enemigos nubios. Así, según la narración de Amenhotep hijo de Ibana, el faraón Thutmosis I colgó al jefe enemigo boca abajo en la proa de su barco, mientras que en el caso de Amenhotep II, el mismo tratamiento fue dado a siete jefes enemigos. A continuación, los cuerpos de seis de ellos fueron colgados en los muros de Tebas y uno en los de Napata, como se relata en las estelas de Amada y Elefantina (Klug, 2002, p. 278-292; Matić, 2017).

En la mayoría de estas representaciones, los prisioneros están atados y dispuestos en hileras mediante el uso de cuerdas y, a veces, de esposas. Estos dispositivos presentan dos formas principales: con forma de almendra (Fig. 8) y con forma de león, de las que incluso hemos conservado diversos testimonios textuales y arqueológicos (Keimer, 1957; Valerio, 2022).

Figura 8. Bloque del segundo patio de la tumba del general Horemheb en Saqqara. Museo Nacional de Antigüedades, Leiden (foto de la autora).
Figura 8. Bloque del segundo patio de la tumba del general Horemheb en Saqqara. Museo Nacional de Antigüedades, Leiden (foto de la autora).

4.3. Presentación y registro del botín

La segunda parte del traslado de los prisioneros comienza con su llegada a Egipto. Es posible que esta llegada quedase convenientemente registrada en documentos administrativos emitidos por el Estado, pero ningún ejemplo de este tipo de fuentes ha llegado hasta nosotros. Sin embargo, este momento aparece representado en escenas que recrean la presentación de los prisioneros ante el faraón o ante los dioses, en el contexto de la celebración del triunfo del rey. A este respeto, cabe destacar los relieves que decoran los templos de Beit el Ouali (Ramsés II) (Wreszinski, 1935, pl. 167) y de Medinet Habu (Ramsés III) (The Epigraphic Survey, 1930, pl. 21-23; The Epigraphic Survey, 1932, pl. 75-76) (Fig. 9). En algunas de estas escenas, junto a la recreación de la presentación de prisioneros de guerra, aparece a menudo el recuento de las manos y de los falos de los enemigos vencidos. Durante los procedimientos iniciales de registro de los prisioneros, estos podían igualmente recibir una serie de marcas en sus cuerpos (tatuajes, marcas de fuego o simples marcas no permanentes), presumiblemente destinadas a establecer una indicación visible que indicase su estatus (The Epigraphic Survey, 1930, pl. 28, 42; Grandet, 1994, p. 337), además de evidenciar la sumisión al faraón (Lohwasser, 2012; Matić, 2019, p. 34, 284-285; Valerio, 2023).

Figura 9. Templo de Medinet Habu: Presentación y recuento de los prisioneros libios ante Ramsés III. Segundo patio, pared interna sur (foto la autora).
Figura 9. Templo de Medinet Habu: Presentación y recuento de los prisioneros libios ante Ramsés III. Segundo patio, pared interna sur (foto la autora).

La llegada de los cautivos se continuaba con un acto de cesión de su fuerza de trabajo a las instituciones o a individuos particulares en Egipto. Con ello, los prisioneros pasaban a integrarse en el tejido social y productivo del país, con lo que, a partir de entonces, dejan de ser definidos como prisioneros de guerra (skr-ʿnḫ o ḥȝḳ) y pasan a ser siervos (ḥmw o mrt). Estos términos indican una condición de dependencia, cuya naturaleza aún sigue siendo debatida (Bakir, 1952, p. 24-34; Menu, 2000; Menu, 2004, p. 191; Moreno García, 2008, p. 144-145; Loprieno 2012; Poole, 2012), pero que en cualquier caso no es exclusiva de los prisioneros extranjeros, sino que se utiliza igualmente para designar a los egipcios de condición humilde.

4.4. Asignación de trabajo

La institución que más se benefició de esta distribución de prisioneros tras su llegada a Egipto fue, sin duda, el templo y, en particular, a partir del Reino Nuevo, el templo de Amón-Ra en Karnak. El templo era una institución económica compleja, que requería grandes cantidades de bienes y mano de obra para así garantizar la continuidad de sus actividades y funciones cotidianas (Janssen, 1979; Haring, 1997, p. 237-245; Haring, 2013, p. 609). Esta institución recibía una parte importante del botín de guerra, consistente en materias primas, ganado, bienes diversos y prisioneros, a cambio de los cuales se agradecía al dios del templo su ayuda en la batalla y en la victoria conseguida por el faraón (Galán, 1995, p. 52-53 y 69-73). En el papiro Harris I aparecen consignadas las dotaciones concedidas por Ramsés III a cada templo o institución del país, entre las que aparecen aquellos bienes, tanto materiales como en individuos, llegados a Egipto tras las diversas campañas bélicas de Ramsés III. Poco sabemos, a través de esta y otras fuentes, de una posible relación entre la actividad profesional que se les asignó a estos prisioneros en Egipto y las funciones específicas que estos llevaron a cabo en sus lugares de origen. Entre las actividades encomendadas a estas personas se encuentran la agricultura, la construcción, el tejido o la preparación de ofrendas, como se deduce, una vez más, del papiro Harris I (Grandet, 1994, p. 229, 231, 288, 305) o de las pinturas y textos de la tumba del visir Rekhmira (Davies, 1943, p. 29, 47-48, 55) (Fig. 10). La mayor parte de la documentación al respecto, sin embargo, se limita a mencionar la asignación de grupos de prisioneros a una institución concreta sin ofrecer detalles acerca de las tareas que estos habrían asumido desde el momento de su llegada, si bien podemos suponer que estos fueron a menudo empleados como trabajadores polivalentes.

Figura 10. Prisioneros realizando diferentes tareas en los relieves de la tumba del visir Rejmira en Sheik Abd el-Gurna (foto la autora).
Figura 10. Prisioneros realizando diferentes tareas en los relieves de la tumba del visir Rejmira en Sheik Abd el-Gurna (foto la autora).

Junto a estas concesiones ofrecidas a los templos, los prisioneros extranjeros podían ser igualmente asignados a soldados distinguidos en el campo de batalla. De ello nos informan, principalmente, las autobiografías grabadas en las paredes de las tumbas de estos militares, pero también en otros soportes como las estatuas. Este último caso será el más frecuente durante la XVIII dinastía, como evidencian las biografías de Ahmose hijo de Ibana (Vandersleyen, 1971, p. 85-87; Davies, 2009) y de Sabastet (De Linage, 1939). Estas fuentes no proporcionan información alguna que permita esclarecer qué tipo de tipo de actividades realizaban estos prisioneros en el ámbito privado, aunque seguramente se trataba de trabajos vinculados a la agricultura, el pastoreo, el tejido u otras tareas domésticas.

Un caso diferente es el de los prisioneros que fueron seleccionados para integrarse en las tropas del ejército egipcio. Esta práctica, que sólo está explícitamente atestiguada en las fuentes a partir de época ramésida (Bruyère, 1929, 34-35, fig.17, pl. 4; Yoyotte, 1949, p. 60-74; Kitchen, 1977, p. 224-225), atestigua la aplicación de ciertos criterios de selección. En algunos casos, fuentes como el Papiro Harris I (Grandet, 1994, p. 336-337) o la estela del año 5 de Ramsés III (The Epigraphic Survey, 1930, pl. 27-28), mencionan la selección de los “jóvenes” y de “los mejores” para el reclutamiento, en virtud de sus cualidades físicas, probablemente. Además, algunos grupos étnicos (como los Maryannu o los Shardana), conocidos por su valor militar, fueron probablemente elegidos en virtud de las técnicas de combate específicas que estos dominaban (Manassa, 2003, p. 78-79).

Finalmente, resulta complejo establecer una definición precisa del estatus social y de las condiciones de trabajo de los prisioneros de guerra una vez instalados en Egipto. Esto se debe, en parte, al hecho de que los términos utilizados para referirse a estas cuestiones no se utilizaban únicamente para los antiguos prisioneros de guerra o para tareas específicas. Describen, de manera general, una condición de dependencia que puede ser pública o privada y que puede implicar a extranjeros (no solo a antiguos prisioneros de guerra), pero también a egipcios. Desgraciadamente, no contamos en la documentación egipcia con una presencia representativa de documentos administrativos relacionados con el registro de los prisioneros de guerra y su posterior asignación. En consecuencia y, en definitiva, las características y condiciones de los prisioneros de guerra en Egipto nos son conocida a partir de una documentación escasa y fragmentaria, de la que tan solo algunos testimonios aportan indicios significativos.

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