LAS GUERRAS MÉDICAS, GRECIA FRENTE A LA INVASIÓN PERSA. ENTREVISTA A JAVIER JARA HERRERO

Elena Duce Pastor (Universidad Autónoma de Madrid / Universidad de Zaragoza)

Elena Duce Pastor nació en Madrid (1989). Es Licenciada en Historia (2011) y Graduada en Ciencias de la Antigüedad (2017) por la Universidad Autónoma de Madrid. Se dedica principalmente al mundo griego antiguo desde una perspectiva de Género. Su tesis, defendida en 2019 en la misma universidad, versaba sobre los matrimonios en la Grecia Antigua. Ha realizado estancias postdoctorales en la Fundación Hardt (2021), en Ohio State University (2022) y en la Universidad de la Sapienza en Roma (2022). También ha disfrutado de un contrato postdoctoral en el Instituto Catalán de Arqueología Clásica en Tarragona. Actualmente es contratada postdoctoral Margarita Salas en la Universidad Autónoma de Madrid y en la Universidad de Zaragoza. Sus intereses como investigadora son las mujeres griegas, los contactos culturales en la colonización arcaica y la legitimidad del matrimonio en el mundo griego.

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Javier Jara Herrero (Salamanca, 1986) es historiador por la Universidad de Salamanca. Su línea de investigación se centra fundamentalmente en la temática oracular délfica, en la Esparta clásica y en el desarrollo democrático argivo, tema en el que está realizando una tesis doctoral. Fruto de esta labor es su participación en congresos nacionales e internacionales y la publicación de varios artículos de investigación en revistas especializadas. Es autor del libro Las Guerras Médicas: Grecia frente a la invasión persa (La esfera de los Libros, 2021).

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La reciente publicación del libro nos ha parecido la excusa perfecta para charlar con su autor sobre la importancia de las Guerras Médicas en la construcción de la identidad griega frente al persa y en los debates que siguen abiertos. En tu libro comienzas con la justificación del autor antiguo Heródoto, el gran narrador de las Guerras Médicas. Para el halicarnasio, el rapto de Helena de Esparta y la guerra de Troya era el punto inicial que marcaba la tradicional rivalidad entre griegos y orientales. No parece diferenciar muy bien donde acaba el mito y empieza el logos, es decir, la narración de los hechos históricos ¿Cuál es la importancia simbólica de la justificación mítica de las Guerras Médicas?  ¿Cómo debemos enfrentarnos a un autor relativamente contemporáneo de los hechos como fue Heródoto?

Es cierto que, en ocasiones, Heródoto parece difuminar la línea entre realidad y mito. Pero debemos tener en cuenta las influencias que marcan el proceso creativo herodoteo: me estoy refiriendo a los logógrafos que le precedieron en el siglo anterior, de entre los que destacan Hecateo de Mileto y Janto de Sardes, que en sus obras realizan una descripción de lugares concretos otorgando una justificación mítica a sus orígenes políticos. Es bien sabido que Heródoto bebe de esa tradición, y que incluso sus Historias estaban destinadas en inicio a convertirse en un nuevo compendio logográfico, por lo que no debe extrañarnos que bucee en búsqueda del origen de las tensiones grecopersas hasta dar con la guerra de Troya. Por otra parte, enlazar las Guerras Médicas con un relato tan extendido en el mundo griego como el homérico habría contribuido al éxito de la obra de Heródoto.

En un momento dado, llegas a afirmar que los ciudadanos que escuchaban el relato de las Guerras Médicas lo interpretaban como los poemas homéricos, en el sentido de que era una historia que vinculaba a los grandes héroes ¿Cuál es la relación entre el símbolo de la victoria griega frente al persa y la relación de los griegos con los héroes de la guerra de Troya? ¿Por qué era importante apelar a las victorias en la batalla y aclamar a los protagonistas de la misma?

Heródoto, conscientemente, hace constantes analogías entre la guerra de Troya y las Guerras Médicas, particularmente con la segunda. Sin embargo, se da una inversión de los roles en el escenario. En la epopeya homérica son los griegos los que, guiados por un soberano cegado por la ambición (la denostada hybris griega), someten a penurias a unos teucros que defienden su autonomía. En las Historias herodoteas, los griegos pasan a encarnar los valores de libertad frente a la tiranía que originalmente podrían atribuirse a los troyanos. Mientras tanto, los persas (o, al menos, sus soberanos) muestran la arrogancia contraria a los ideales griegos de virtud. Pensemos, por ejemplo, en los latigazos que Jerjes ordena propinar a las aguas del Helesponto en represalia por un temporal que hunde varias naves aqueménidas, o en el episodio en el que las tropas persas reducen Atenas a cenizas después de vencer en las Termópilas y penetrar en el Ática. En definitiva, Heródoto prepara el terreno para justificar la derrota final aqueménida. Es lo natural, puesto que los pueblos asumen las consecuencias de las conductas de sus soberanos.

Dedica mucho espacio a la gestación y ordenación política de Atenas, desde el intento tiránico de Cilón, las reformas del legislador Solón hasta la tiranía de los Pisistrátidas ¿Por qué son importantes para las Guerras Médicas? ¿En qué afectan a cómo llega Atenas al conflicto?

Me parece fundamental una breve explicación de la Atenas de finales del Arcaísmo y del nacimiento de la democracia. En primer lugar, porque probablemente la implantación del régimen político clisténico y del modelo de diez tribus urbanas, en la medida en que supuso una remodelación del ejército hoplítico, pudo influir en la evolución favorable de las fuerzas atenienses en la batalla de Maratón. Además, la construcción de una armada potente con la plata descubierta en las minas de Laurión, tal como defendía Temístocles, se llevó a cabo a través de una deliberación de la ekklesía ateniense a través de los cauces democráticos; esta fuerza naval resultó determinante, como sabemos, para que los griegos se impusieran a la escuadra persa en Salamina. Por último, es innegable que la victoria sobre el invasor apuntaló un régimen aún en vías de desarrollo y que, por tanto, contaba con una férrea oposición de quienes defendían la tiranía derrocada. Recordemos que fue el propio extirano Hipias, refugiado en la corte persa, quien recomendó al rey Darío enfrentarse a los atenienses en la llanura de Maratón.

¿Ocurre lo mismo con la falsamente inamovible Esparta? ¿O Esparta se enfrenta al conflicto con motivos e intereses diferentes?

El espartano es un estado cuya evolución política está permanentemente marcada por las tensiones internas. La situación es especialmente inestable a comienzos del siglo V a. C.: a las sempiternas desavenencias entre los representantes de las dos dinastías reinantes había que añadir las consecuencias de lo que conocemos como “revolución quiloniana”, protagonizada medio siglo atrás por el éforo Quilón, y que trataba de coartar el poder regio a través de mecanismos de control por parte del eforado. El proceso dividió a la sociedad espartiata y a sus diarcas, que se posicionaron a favor (en el caso de la dinastía Agíada) y en contra (como hicieron los Euripóntidas) de los postulados quilonianos. En 491 a. C., cuando Darío emprende las primeras hostilidades contra los estados griegos, la rivalidad entre ambos diarcas dejó Esparta al borde de la stasis. El Agíada Cleómenes sobornó al oráculo de Delfos para deponer a su homólogo Euripóntida, Demarato, que hubo de huir a la corte aqueménida. Poco tiempo después se descubrió el complot, y fue Cleómenes quien abandonó a Esparta. Cuando regresó, según Heródoto, se suicidó de manera absurda.

Son estas dificultades políticas, y no motivaciones religiosas, las que se encuentran tras la ausencia del ejército espartano en los campos de Maratón. Es muy probable que un soberano con el carácter de Cleómenes hubiera acudido sin dudar a enfrentarse al ejército de Darío. Otro tanto podría decirse en relación con la batalla de las Termópilas, diez años después. El episodio supone la primera comparecencia de Leónidas, el sucesor de Cleómenes, en el relato de Heródoto. El hecho de que Esparta contribuya con únicamente trescientos ciudadanos es sintomático de que la polis no está atravesando su mejor momento político.

Las Guerras Médicas son un concepto temporal que engloba simbólicamente dos invasiones persas de la Grecia continental. No obstante, el dominio del imperio persa ya era efectivo en buena parte de la jonia y de las cicladas. ¿Por qué obviamos que las Guerras Médicas son al a vez una guerra civil entre los griegos? ¿Cuál es el proceso que lleva a parte de los griegos a luchar del lado persa?

Lo obviamos porque las Guerras Médicas se han convertido en un excelente arma en manos de quienes quieren perpetuar el conflicto entre Oriente y Occidente, entendiendo con estos términos dos teóricas civilizaciones separadas por el estrecho del Bósforo. Es sorprendentemente fácil encontrar una descripción de las Guerras Médicas que defina a los persas como tiranos despiadados y a los griegos como defensores de los “valores occidentales”. Hay quienes hablan de los espartanos de Leónidas en primera persona del plural. Es el mismo relato que se nos presenta en determinadas producciones audiovisuales actuales, como la célebre 300, que se nutre de una situación geopolítica determinada, como son las tensiones derivadas de los atentados sobre las Torres Gemelas de 2001; una cuestión que ha sido detalladamente explicada por C. Fornis en El mito de Esparta (2019). Resumiendo, según esta “corriente”, la victoria de la Liga Helénica habría salvado a Europa y a Occidente de caer bajo el dominio del Islam. Un despropósito, si tenemos en cuenta que esta doctrina aparece once siglos después y que devoró el zoroastrismo persa.

Como dices, el inicio de las Guerras Médicas, que está marcado por la sublevación de las ciudades jonias de Asia Menor, coincide con un periodo de turbulencia política en muchos estados griegos. Una polis como la ateniense, con una democracia en efervescencia, se opondrá claramente a la invasión aqueménida. Otras ciudades-estado deben atenerse a su situación política, tanto externa como interna. Argos, por ejemplo, declarará una neutralidad fundamentada en su vieja enemistad con Esparta y en el delicado momento que atraviesa tras la derrota en la batalla de Sepea de 494 a. C. Algo parecido ocurre con Tebas, enemistada con Atenas, que no duda en ponerse del lado persa, a pesar de la presencia forzosa de hoplitas tebanos en las Termópilas. Otros estados, como Tesalia, se vieron obligados a medizar (apoyar a los persas) tras ser rápidamente sometidos durante el avance de Jerjes hacia el sur griego. En general, las poleis griegas actuarán movidas únicamente por el interés particular.

Heródoto nos magnifica las cifras del ejército persa, llegando a decir que agotaban los ríos a su paso. ¿Era realmente tan temible? ¿Eran los efectivos persas tan opuestos, no solo en número sino en composición de tropas, frente a los griegos? ¿Cuáles son las principales diferencias?

Evidentemente, las cifras que nos proporciona Heródoto están deliberadamente exageradas. Es prácticamente imposible movilizar un ejército de dos millones y medio de combatientes, acompañado por otros dos millones y medio de personal adjunto, con los medios logísticos del siglo V a. C. Sí es cierto que los persas eran aritméticamente superiores a los griegos que se le opusieron; Heródoto, simplemente, intenta enfatizar la magnitud de su victoria. También debemos tener en cuenta que nuestro autor escribe las Historias gracias, en buena medida, al relato oral de aquellos a los que pregunta durante sus viajes, por lo que no es tan extraño que, en el medio siglo que le separa de los hechos, la propaganda haya exagerado los números hasta tal cantidad. Aunque no solo se nutre del testimonio oral: Heródoto afirma que la flota persa de Jerjes asciende a las 1.207 naves, misma cifra que encontramos en Los persas del dramaturgo Esquilo.

Sí que existían diferencias entre los ejércitos de ambos lados del Helesponto. El griego era un ejército cuya fuerza descansaba considerablemente sobre el hoplita, el ciudadano-soldado de infantería pesada que formaba en las tan famosas falanges. Estas unidades eran apoyadas por lo que ahora podríamos denominar “infantería ligera”: honderos, jabalineros y otro tipo de hostigadores que trataban de diezmar las filas del enemigo. Más extraña era la presencia de caballería, considerada impropia de un guerrero virtuoso por su capacidad para abandonar el campo de batalla sin problemas. No obstante, algunos jinetes como los tesalios gozaban de una gran consideración.

Por otra parte, el ejército persa estaba compuesto por una amalgama de combatientes procedentes de todos los rincones del Imperio, por lo que los modos de hacer la guerra podían variar notablemente entre unidades. Al contrario de lo que podría ocurrir en el lado helénico, los persas eran conocidos por su dominio del arco, que aprendían a utilizar desde muy temprana edad. También hacían un muy eficaz uso de la caballería, que tantos problemas causó entre las tropas griegas en Mileto o en Platea. Sin embargo, aunque también se hacía uso de unidades dotadas de lanza y escudo (los sparabara), estas no contaban con la técnica ni los medios defensivos de la falange.

En la Primera Guerra Médica, los atenienses, junto con los plateos, consiguen la victoria en Maratón. No obstante, y aunque el ejército persa se retire, no parece una gran derrota para el lado persa ¿Cómo vieron los persas esta expedición? ¿Cuáles son las principales diferencias simbólicas con los griegos?

Efectivamente, la derrota persa en Maratón no fue más que un traspiés en el contexto de una campaña militar bastante exitosa, puesto que Darío cumplió su objetivo de establecer bases navales en varias de las islas del Egeo y castigar a Atenas y Eretria por su apoyo a los sublevados jonios. Una victoria persa habría representado la guinda del pastel, pese a su dificultad. Con anterioridad al choque, buena parte del contingente aqueménida abandonó la llanura y embarcó en las naves para poner rumbo a Atenas, donde los partidarios de la tiranía de Hipias estarían esperando para abrir las puertas de la ciudad y derrocar la democracia. Las fuerzas de Milcíades, por lo tanto, se beneficiaron de este aspecto en la batalla, puesto que las tropas enemigas habían sido diezmadas previamente. Si el golpe de Estado en Atenas no surtió efecto fue, simplemente, porque los combatientes de Maratón tuvieron tiempo de llegar a la ciudad para evitarlo. Quién sabe si una restauración de la tiranía habría podido decantar la balanza a favor de Jerjes en la segunda invasión.

Desde el punto de vista ateniense, maquinaria propagandística mediante, Maratón se convirtió en el paradigma de la defensa de la democracia frente a la tiranía oriental. Los combatientes, los llamados “maratonómacos”, fueron elevados a la categoría de cuasi-héroes. Esquilo, por ejemplo, pese a ser conocido por sus obras, prefirió ser recordado en su epitafio por su participación en la batalla. Paradójicamente, los maratonómacos pasaron a encarnar un grupo de presión conservador conforme avanzaba el siglo V a. C. y la democracia se radicalizaba. Así son retratados por Aristófanes, que les convierte en objeto de burla por sus retrógrados planteamientos.

Vista desde el lado griego, la Segunda Guerra Médica parece una campaña llena de derrotas ¿Cómo pudo Termópilas, al fin y al cabo una misión suicida, convertirse en un símbolo de la esperanza? Los griegos no habían hecho más que perder y tenían al ejército persa a las puertas de la llanura del Ática, ¿Cómo pudo ser la muerte de Leónidas junto con su guardia de 300 espartanos algo positivo?

Este es uno de los aspectos más interesantes de las Guerras Médicas: la conversión de una aplastante derrota en una victoria moral y en ejemplo de resistencia ante el invasor. Si algo hemos de extraer del episodio es que los engranajes propagandísticos griegos, y en concreto el espartano, funcionaban a la perfección. Leónidas tiene el dudoso honor de ser el primer diarca espartano en morir en batalla (y uno de los pocos que llegaron a perecer de este modo). Su cuerpo fue capturado por las fuerzas persas y su cabeza fue clavada en una pica. El acontecimiento debió de suponer un verdadero trauma para la sociedad espartiata, sobre todo teniendo en cuenta la fama que los espartanos querían proyectar en lo que a sus hoplitas se refiere. Leónidas acudió al desfiladero no en una misión suicida, sino convencido de que contaba con posibilidades reales de victoria, y en Esparta probablemente cundió la misma idea; esto convierte la derrota en total. El exiguo pelotón de trescientos hoplitas solo es indicativo de la falta de apoyos entre las altas esferas políticas de su ciudad; con todo, varios miles de hoplitas de otras regiones se unirían a la causa. Dadas las circunstancias, es lógico que los griegos creyeran en un potencial triunfo y que este no se materializase por una planificación estratégica deficiente.

Sin embargo, la historia que ha llegado hasta nosotros es muy diferente: Leónidas decide hacer frente a los persas, sacrificándose con sus pocos guerreros, siguiendo un oráculo délfico que establecía que, si no moría, los enemigos arrasarían Esparta. Salta a la vista que este relato es el resultado de una tradición elaborada con posterioridad a los hechos, probablemente a cargo de la propia dinastía Agíada, que trataba de limpiar la imagen de Esparta y presentarla como líder de la resistencia frente al invasor. Eso es lo que llega a oídos de Heródoto. Los tres días que se retrasó el avance persa apenas sirvieron para nada: Jerjes penetró en el Ática y ordenó incendiar Atenas. Pero, de algún modo, las Termópilas marcaron el camino griego hacia la victoria: es probable que la estrategia seguida en Salamina consistiera en atraer la flota persa hacia un estrecho, tal como Leónidas intentó en su momento.

En un momento dado, en torno al 480, la suerte de los griegos cambia, la batalla naval de Salamina, seguida de las batallas de Platea y Mícale cambian por completo el curso de las campañas para acabar con la victoria griega ¿Cuál es el cambio que se produce para que los griegos acaben finalmente ganando la guerra?

Hemos comentado antes la abundante veta de plata que se descubre en las minas de Laurión en 483 a. C. Sobre el uso que el estado ateniense debía hacer del metal, las posiciones eran encontradas. Arístides defendía su reparto entre la ciudadanía, mientras que Temístocles presentó un plan para convertir Atenas en una gran potencia naval mediante la construcción de una gran armada de doscientos trirremes, lo que le granjeó enseguida el apoyo de los thetes y las clases desfavorecidas. En una sesión asamblearia del año siguiente, Temístocles articuló un convincente discurso con el que finalmente se decidió seguir su propuesta. Esto, obviamente, resulta determinante para el devenir de los acontecimientos, dado que la mitad de la escuadra griega en Salamina era ateniense.

La victoria de Platea tuvo lugar merced a dos factores fundamentales. En primer lugar, el equilibrio de fuerzas en combate, entre cuarenta mil y cincuenta mil en cada bando, que permitió que la superioridad técnica hoplítica ejerciera una mayor influencia en los enfrentamientos cuerpo a cuerpo. A esto debemos añadir la muerte del general Mardonio en un momento muy temprano de la batalla, con el consecuente hundimiento de la moral persa (comandaba la unidad de inmortales) y el redoble de los esfuerzos griegos. Mícale también es un episodio muy interesante, porque es una de las escasas ocasiones en las que Heródoto hace a los dioses partícipes de los hechos humanos. Según el autor, los griegos pudieron ver el caduceo de Hermes portando la noticia del triunfo de las armas griegas en Platea. Naturalmente, es complicado que ambas batallas tuvieran lugar de manera simultánea, más bien parece que Heródoto, o la tradición de la que se sirve, trata de “remediar” las derrotas de las Termópilas y Artemisio, que sí fueron paralelas.

Hay un elemento que calificas como “desconcertante” y es el papel del oráculo de Delfos. ¿Realmente Delfos estaba en contra de los griegos que se oponían al persa o fue cambiando su política según fue mutando el curso de la guerra? ¿Cómo fue Delfos capaz de sobrevivir con su prestigio una vez acabado el conflicto?

La política seguida por el santuario délfico durante las Guerras Médicas fue precisamente esa, la de procurar la supervivencia por todos los medios; algo que, por otra parte, no debió de resultar complicado si tenemos en cuenta que era ya uno de los lugares sagrados más importantes de toda la ecúmene. Pero sí parece que las expectativas de victoria helénica albergadas en Delfos eran más bien escasas. Así lo muestran las profecías que otorga la pitia a los emisarios de las ciudades que valoran unirse a la causa antipersa. A los argivos les recomienda quedarse en casa esperando el triunfo persa. A los cretenses les recuerda el poco apego de los griegos continentales. Incluso llega a insultar a los atenienses antes de emitir el famoso oráculo de los muros de madera. Probablemente, en Delfos creyeran que una victoria persa contribuiría en mayor medida al desarrollo del santuario.

La actitud délfica cambia cuando la victoria parece decantarse del lado griego. Temerosos de pasar a la historia griega como traidores a la causa, en Delfos se crea un relato (de nuevo, la propaganda al rescate), según el cual los dioses interrumpen un ataque persa al santuario mientras dos héroes diezman las filas enemigas. Pero lo cierto es que los persas nunca tuvieron intención de atacar Delfos, porque, como digo, era un santuario que tendía a la universalización. En cualquier caso, los griegos acogieron con gusto a Delfos en su triunfo. En un mundo en el que la religión lo impregnaba todo, simplemente no se concebía un acontecimiento tan importante como la victoria sobre Jerjes sin un actor tan importante como el santuario délfico. Delfos, pues, no solo no sufrió menoscabo en su prestigio, sino que lo acrecentó.

La última parte del libro está dedicada a la cultura popular. El cine, el cómic, los videojuegos y la novela han generado productos con la temática de las Guerras Médicas. A pesar de que Roma copa la mayor parte del campo de lo que llamamos “la recepción clásica a través del péplum y la novela histórica” las Guerras Médicas es sin duda un episodio popular en el mundo griego. ¿Cuál es el recurso o enseñanza que la cultura de masas ha encontrado inspirador en la lucha entre griegos y persas? ¿Debemos despreciar esa recepción o merece la pena tenerla en consideración aunque sea contextualizándola?

Señalábamos antes el mantra mantenido desde la Edad Moderna en la óptica popular, una concepción de estas guerras entre griegos y persas como si del enfrentamiento de dos civilizaciones antagónicas se tratase. Como sabemos, esto forma parte de una estrategia enfocada a mantener latentes ciertos conflictos de nuestro tiempo. El problema viene cuando hacemos de estos productos una fuente histórica. Creo que estas producciones, ya sean películas, novelas o videojuegos, deben tratarse como lo que son, artículos destinados al entretenimiento basados en acontecimientos históricos. Sí que debemos valorarlos como plataformas desde la que adquirir un conocimiento mayor. Me parece que son valiosos puentes que ayudan a generar el interés necesario para acercarse a la bibliografía o a las fuentes antiguas. Desde este punto de vista, pueden resultar más eficaces de lo que creemos.