ESMERALDAS (ÉPOCA GRECORROMANA)

Joan Oller Guzmán (Universitat Autònoma de Barcelona)

Joan Oller Guzmán es Profesor Agregado de la Universitat Autònoma de Barcelona, arqueólogo profesional y director del Sikait Project, proyecto de excavaciones arqueológicas en el Parque Nacional de Wadi Gemal (Desierto Arábigo, Egipto).

RESUMEN

Las esmeraldas fueron una de las piedras preciosas más codiciadas del mundo antiguo. Referenciadas de forma abundante en las fuentes literarias clásicas, las evidencias arqueológicas han permitido identificar su principal zona de obtención dentro de la esfera greco-romana: la región del Mons Smaragdus, en el Desierto Arábigo egipcio.

PALABRAS CLAVE

Desierto Arábigo, Egipto romano, Smaragdus, esmeralda, minería.

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La esmeralda fue una de las piedras preciosas más apreciada en la antigüedad clásica. Reconocida tanto por su belleza, como por sus supuestas propiedades físicas y curativas, diferentes autores clásicos hacen referencia a ellas, como Teofrasto (Thphr. Lap. 4, 8, 24-27, 34-35), Diodoro de Sicilia (D.S. 2.53.3), Estrabón (Str. 17.1.45), Plinio el Viejo (Plin. NH 37.64-66, 37.74-79), Claudio Ptolomeo (Geog. 4.5.8), Epifanio (De Gemmis 40Vh and 88Ra) u Olimpiodoro (frag. 53.2), entre muchos otros. Del análisis de estos autores, resulta claro que el conocimiento geológico de los antiguos alrededor de este mineral era escaso y, de forma general, se otorgaba el nombre de σμάραγδος/smaragdus a cualquier mineral de color verde. Así, se confundían como esmeraldas minerales como la malaquita o el cuarzo verde, mientras que se diferenciaba entre esmeraldas y berilos. En realidad, cuando hablamos de esmeraldas hacemos referencia al mineral de berilo, concretamente a la variedad que presenta cromo y/o vanadio, obteniendo un característico color verde. Se trata de un silicato de aluminio-berilio que, en esta versión verde, ha atraído el interés comercial de las sociedades humanas desde antiguo. Se encuentra de forma natural en diversas áreas del mundo, pero sabemos que en la antigüedad sólo se explotaba en unas pocas zonas, siendo la del Mons Smaragdus la que mayor desarrollo recibió. En esta región del Desierto Arábigo la esmeralda se forma cuando una beta de cuarzo o pegmatita encuentra una roca de esquisto flogopítico o de actinolita. En estos casos puede aparecer el berilo, en pequeños clústers de cristales de escasos centímetros de largo. Cabe remarcar, con todo, que la calidad de estos berilos egipcios es baja y no se puede comparar con la de otras zonas de obtención como Colombia. Su valor en época antigua se debía a que eran las únicas de acceso directo por parte del mundo greco-romano.

Figura 1. Berilos y fragmentos de berilo recuperados en Sikait (fuente: Sikait Project).
Figura 1. Berilos y fragmentos de berilo recuperados en Sikait (fuente: Sikait Project).

Existen pruebas que apuntan a la posible existencia de minas de esmeraldas en áreas como Escitia (quizá los Urales, en Rusia) o la zona de Bactria. En los últimos años, estudios de isótopos de oxígeno de algunas esmeraldas recuperadas en joyería del Imperio Romano han apuntado a la existencia de otra posible zona de minería en Habachtal, Austria, si bien por el momento no se ha podido contrastar arqueológicamente. Sea como sea, parece claro que la principal fuente de obtención de esmeraldas en el Imperio Romano fue, de acuerdo con el estado de conocimientos actual, Egipto y el Mons Smaragdus. Prueba de ello serían las referencias literarias a las minas, pero también las evidencias arqueológicas y los famosos retratos del Fayum, donde las mujeres representadas aparecen numerosas veces mostrando joyas con presencia de esmeraldas.

Las fuentes literarias refieren diferentes aspectos que hacían interesantes estas piedras preciosas. Así, a partir de autores como Teofrasto, seguido posteriormente por Plinio, se planteó la relación entre las esmeraldas con propiedades como la modificación del color del agua a partir de su inmersión en este medio o la supuesta capacidad de ser beneficiosas para la vista. Este último ejemplo tuvo especial repercusión y se encuentra repetido por numerosos autores, de tal modo que incluso se afirma que los joyeros y talladores de piedras preciosas utilizaban la esmeralda para hacer descansar la vista. De hecho, a Plinio debemos otra anécdota relacionada con este hecho que relata cómo Nerón utilizaba una esmeralda como lente o espejo para poder visualizar los combates gladiatorios (NH 37.64.34-36). Todas estas referencias, probablemente remiten a la misma problemática asociada a la mezcla de las características de diferentes minerales y tipos de rocas de tonalidad verdosa y que se identificaron, de forma genérica, como esmeraldas, sin corresponder realmente a lo que nosotros definimos como tales.

Arqueológicamente, como hemos visto, la principal fuente de obtención de las esmeraldas en época antigua fue la región conocida como Mons Smaragdus, en el Desierto Arábigo egipcio. En esta zona, el interés en la explotación del berilo aparece ya en época ptolemaica, donde evidencias arqueológicas, epigráficas y literarias refieren a una primera explotación de la esmeralda desde el siglo III a.C. (remarcando el aprecio que parecía tenerles Cleopatra VII, tal como indican autores como Lucano en su Farsalia —Bell. Civ. 10.120-121— o Plutarco —Plu. Ant. 74.2—). Con todo, fue a partir del dominio romano cuando se intensificó la explotación y comercialización del berilo, con la creación de una extensa red de asentamientos mineros con este fin, alguno especialmente remarcables como Sikait, Zabara, Nugrus o Umm Kabu, entre otros.

Figura 2. Acceso a una mina de berilo de Wadi Sikait (fuente: Sikait Project).
Figura 2. Acceso a una mina de berilo de Wadi Sikait (fuente: Sikait Project).

Esta región productiva siguió funcionando de forma intensa hasta el siglo VI d.C., momento en el que fuentes literarias como Epifanio, Olimpiodoro o Cosmas Indicopleustes indican que las minas pasaron a estar bajo el control de las tribus blemias, grupos de población nómada que, a partir del siglo III d.C., empezaron a presionar el limes del Egipto romano y acabaron por controlar directamente esta zona. La explotación, en menor medida, se mantuvo en época islámica y hasta el siglo XV-XVI, cuando el hallazgo de las minas colombianas, con berilo de mayor calidad, hicieron caer en el olvido las explotaciones mineras egipcias. No sería hasta inicios del siglo XIX cuando Frédéric Cailliaud, un geólogo francés a las órdenes del gobernador otomano de Egipto, redescubrió las minas.

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